viernes, 16 de julio de 2010

miércoles, 14 de julio de 2010

EN LAS PRÓXIMAS, NO VOTO

A ver, se me ponen los pelos de punta... Ójala, los trabajadores de Metro consigan que la Comunidad de Madrid no se salte (a la torera) su convenio. Para empezar, no son funcionarios, y para seguir lo que pretende Esperanza Aguirre es otra muestra más de la política de externalización de servicios y privatización de los mismos, es decir, además de que los beneficios de tal gestión no revierten de forma directa en los ciudadanos, por otra parte, pretende solventarlos bajando el sueldo de estos empleados. A mi me parece una vergüenza, al igual que las medidas adoptadas por Zapatero para paliar la crisis que, de nuevo, recaen en los más pobres. Me sorprende las reacciones que dicen que debería haber metido mano antes a los funcionarios, eso sí, no a todos, si no sólo a los de la administración. Pues han de saber, que Esperanza Aguirre lleva todos este tiempo externalizando los servicios sanitarios, educativos, pasándose por el forro en Madrid leyes sociales como la Ley de Dependencia (ley gubernamental) y tantas otras .... ¿Por qué tanto odio a los funcionarios de la administración pública? A lo mejor, si no se externalizaran tantas competencias, podrían hacer su trabajo y no sobrarían plazas (como argumentan algunos) si no que seguramente faltarían. Las condiciones de las que disfrutaban hasta hace poco estos trabajadores públicos, que no olvidemos han optado a su puesto de trabajo, ganado una plaza, aprobando unas oposiciones cada vez más difíciles de superar, pues ya en la Comunidad de Madrid casi ni existen desde hace tres años, son buenas condiciones. Eso sí, sus sueldos, no lo olvidemos, no son de espanto. Los llaman intocables, chupopteros ... Y lo único que tienen es aquello que nos gustaría tener a todos: condiciones dignas de trabajo que tampoco son la panacea, si nos fijamos por ejemplo en el sueldo de un auxiliar administrativo. Yo creo, que si la administración pública empezó a caer en una somnolencia eterna, se debe, en gran parte, a que ese trabajo que realizaban y para el que fueron contratados (previa previsión de las plazas) los funcionarios, se externaliza a través de empresas privadas (en las que no estaría mal conocer quién es el gerente, el jefazo, el que finalmente se lo lleva casi todo, porque de todas todas que es un político, y no un funcionario-huelga por lo obvio-, además, no uno cualquiera, si no quizás el primo, tío sobrino si no mujer o marido del que manda en la comunidad). Mucho mejor, claro, que revierta en estos, y no en las arcas del estado.

No se si todo el mundo lo sabe, pero en el Ayuntamiento de Madrid existen ventanillas únicas en las que no trabajan los funcionarios que lo hicieran en su momento, pues han creado a todas luces una empresa privada dentro del Ayuntamiento, eso sí, con fondos de todos y que funciona de puta madre, a estos sí les dieron un ordenador a cada uno, les facilitaron programas especiales, les dieron otro tipo de órdenes de actuación en la gestión de los problemas de los ciudadanos; trasladaron este servicio que antes se llevaba en el ayuntamiento de la Pza. Mayor a otro edificio, y a los funcionarios que antes realizaban estas tareas, los reubicaron, dónde, pues vete tú a saber. Pero lo que yo me pregunto es si no se pueden mejorar los servicios de este modo, desde el propio ayuntamiento, para mejorar la calidad del servicio, mejorando los métodos, desde equipos de trabajo a número de trabajadores, funcionarios. Pues no crean que la cantidad de empleados (de la privada) que trabajan hoy llevando a cabo estas labores son menos y están peor pagados, obviamente no. Entonces, ¿por qué tanta privatización? Pues creo que la respuesta es bantante sencilla: porque los mismos de siempre, no nosotros los curritos de a pie, si no los políticos (que esos si que chupan del frasco) salen ganando, MÁS. Me parece una ingenuidad pensar que ese MÁS va a revertir en sus ciudadanos.

Yo sigo queriendo una buena sanidad pública, al igual que una buena educación PÚBLICA... ¿Si no de qué y cómo va a salir beneficiado el que menos tiene?

¿Por qué siguen sin subir ni un ápice los impuestos sobre los kilómetros de terrenos que tiene la Duquesa de Alba? Que sí, es muy maja ella. Pero seguro, que se las apaña mejor que yo con la subida de los impuestos, al igual que mejor que casi todos los ciudadanos.

No ignoro que mi perspectiva no es muy amplia y carece de verdadera base económica, pero miedo me da que se impugne la ley del aborto, que los que lo hacen mal sean los trabajadores de metro y los funcionarios -que es que se pasan el día comprando en el Corte Inglés-, que la corrupción del PP lleve a Baltasar Garzón ante la justicia... No se, no estoy de acuerdo con esos que opinan que con un cambio en el gobierno, la cosa mejoraría. Creo que seguirían mejorando para el mercado económico, pero no para mi y para los míos, que al fin y al cabo, somos también los que votamos.

Harta de los contratos basura, harta de hoy te contrato mañana si me viene mejor te despido (aprobados, no lo olvidemos por el gobierno de Felipe Gonzalez). Que en esto, como en las mejores familias, todos están de acuerdo.

ME SUBE LA BILIRRUBINA

Y después de noticias como la publicada en la entrada anterior, no puedo más que constatar que: "la roja me la trae floja". Es decir, cómo pueden los políticos españoles que deberían ejercer su trabajo salir diciendo cosas como que por fin la bandera se exhibe con orgullo... que esto supone un avance en contra prejuicios... que ya está bien... BLA BLA BLA. Ya puestos a hablar de prejuicios y banderas, ¿por qué no ponen todos esos mismos ciudadanos la bandera multicolor el día del orgullo gay? Creo que eso sí que hablaría de superación de prejuicios y no la idiotez de exhibir la bandera española con orgullo por el mero hecho de que su equipo de fútbol haya ganado el mundial, ¿qué tipo de prejuicios supera esta bandera? ¿¿¿El de la deportividad nacional??? ¿Cuándo fue esto un prejuicio español? ¿Qué UNIÓN se la juega?

A lo mejor es que soy muy simple, pero: ¿cuántas de estas personas acudirán a la huelga del 29 de Septiembre? A estos efectos cuelgo el siguiente enlace:

Por otra parte, qué triste resulta ver correr a unos toros que imagino (porque es que tengo mucha imaginación cuando pienso en los animales) aterrados ante miles de personas en San Fermín. No sé, de verdad que no entiendo el mapa de prioridades español ni la manera en que los medios de comunicación los promueven y luego, muy consecuentemente, se hacen eco de ellos. Me sube la bilirrubina. En fins.

MANIFIESTO CONTRA LA VISITA DE KAGAME A ESPAÑA (UMOYA)

LA ONU PROMUEVE UNA GRAN FARSA
La ONU elige a Paul Kagame, “el mayor criminal en activo”, junto a Zapatero, al frente de la lucha contra la pobreza, como ejemplo y modelo para el mundo.

El próximo 16 de julio Paul Kagame, presidente de Ruanda, visitará España invitado por José Luis Rodríguez Zapatero, para preparar la cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que tendrá lugar en septiembre de 2010 en la sede de Naciones Unidas (ONU). Zapatero ha sido designado por Ban Ki Moon, Secretario General de la (ONU), presidente del grupo internacional que impulsará el efectivo cumplimiento de los ODM y el copresidente, en representación de los países en desarrollo, será Paul Kagame, actual presidente de Ruanda. Tanto esta designación como la aceptación, invitación y recepción española a Paul Kagame, es una gravísima falta de respeto al pueblo ruandés, al pueblo congoleño, a los españoles asesinados, a la Justicia española, a la paz y estabilidad mundial así como a la propia “institución” de la Organización de Naciones Unidas. Desde los Comités de Solidaridad con África Negra (UMOYA) os pedimos que avaléis la petición de que el presidente Zapatero cancele la visita de Paul Kagame a España, no se reúna con él, escuche a los familiares de los nueve ciudadanos españoles asesinados, colabore con la justicia española, reclame la paz en la Región de los Grandes Lagos y solicite a las Naciones Unidas, como institución garante de la paz y los derechos humanos, que presione al Gobierno ruandés para que cese en su sistemática violación de los derechos humanos y en sus continuas agresiones al Congo, y lo basamos en los siguientes argumentos:

1. Desde que Paul Kagame accedió al mando del grupo militar FPR en 1990 y luego a la presidencia de Ruanda en 1994, el conflicto armado por él promovido ha causado la muerte violenta de 5 millones de congoleños y 2 millones de ruandeses, siendo el conflicto más grave y mortífero tras las dos guerras mundiales... Y lo más grave y sorprendente: estas cifras han pasado desapercibidas para la comunidad internacional y los medios de comunicación.

2. Constatamos que la principal causa generadora de este conflicto es el saqueo por parte de su ejército de los ingentes recursos minerales de la República Democrática del Congo: coltán, casiterita, oro, cobre, diamantes... Tanto directa como indirectamente, a través de grupos armados a los que financia y apoya en beneficio de grandes multinacionales.

3. Así mismo Paul Kagame mandó asesinar a 9 españoles que fueron testigos de masacres realizadas por su ejército sobre población civil indefensa. Amparándose en estas 9 muertes, el Fórum Internacional para la Verdad y la Justicia en el África de los Grandes Lagos, planteó una querella criminal en la Audiencia Nacional contra la cúpula militar ruandesa. El 6 de febrero de 2008, el juez de la Audiencia Nacional D. Fernando Andreu Merelles, emitió órdenes de arresto internacionales contra 40 altos mandos de esta cúpula militar imputándoles los crímenes de genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, entre otros. El cargo de Presidente le confiere a Kagame inmunidad. http://www.umoya.org/images/stories/documentos/querella/auto_procesamiento_militares_ruandeses.pdf

4. Zapatero no se ha dignado entrevistarse con los familiares de los españoles asesinados pero sí parece estar dispuesto a estrechar la mano de Paul Kagame para representar esta gran farsa. Madrid, 7 de julio de 2010.


lunes, 12 de julio de 2010

EL AGUJERO



El sol le cegaba los ojos cuando levantaba la cabeza. Así que terminó por desviarlos hacia el suelo, donde descubrió una roca grande que había sobrevivido a los estragos de la excavadora. Sujetándose en ella, se levantó sintiendo un extraño mareo que no le permitía pensar en nada. Dedujo que había sido sedada, de ahí las nauseas y la visión borrosa.


Permaneció un tiempo agarrada con una mano a la piedra y con la otra apoyada en la pared, y cuando se recuperó un poco, examinó el habitáculo que la acorralaba, con sus paredes circulares, como los indios rodean la hoguera. No debía de tener más de tres metros cuadrados y la tierra era seca, áspera y gruesa. Aquí y allá, diseminados por el suelo, había pequeños montículos de arena más fina que habían resbalado entre las viejas fauces metálicas manipuladas desde la cabina. Resultaba aterrador comprobar que se encontraba situada en el final que cerraba aquella especie de tubería, unos seis metros más abajo de la superficie.


El sol había abandonado su cenit y una de las paredes lo tapaba creando una zona en sombra donde se resguardaba. Aún así, el aire era también caliente y se pegaba a su cuerpo como una bolsa de plástico, quemándole la piel y dificultando la respiración. Abandonada a la suerte de los animales salvajes, durante quién sabe cuántos días más, intentaba alejar los malos pensamientos y concentrarse sólo en el método que llevaría a cabo para escapar de aquel agujero.


Era totalmente imposible escalar la altura de los muros con la única ayuda de sus manos y piernas, y llegó a la conclusión de que la otra alternativa que le quedaba le costaría demasiado tiempo y esfuerzo, durante el cual perdería el estado físico y mental que todavía conservaba. Lo que pensó exactamente fue un túnel lo suficientemente estrecho como para caber por él, que poco a poco se iba elevando hacia el exterior. Una gruta artificial que quizás le salvaría la vida.


Empezó a arañar la pared y comprobó que la tierra no era demasiado compacta, que tras incidir en el mismo sitio, la arenisca cedía a la fuerza de sus manos. Al cabo de un rato, empezaba a oscurecer. Sin otra noción de tiempo, se sentó a descansar, y juró en mitad del desierto que cuando saliera se compraría un reloj suizo, pero por el momento tendría que conformarse con esperar a que amaneciera para volver a hacer acopio de todas sus fuerzas y continuar excavando sobre aquella grieta del tamaño de un ratón de campo.


Justo antes de quedarse dormida, pensó en la ayuda de un personaje televisivo que usaba chicles, horquillas y que convertía cualquier utensilio doméstico en arma de vital importancia en la escapada. Llegaron las lágrimas como dos surcos negros en la arena de su cara, pulida por el sudor, hasta que fue derrotada por el sueño.


Amaneció con una sensación de pesadez propia del que ha dormido profundamente y se ha despertado con el alma en vilo. Desubicada, comprobó con horror la certeza de la pesadilla que sonaba hambrienta en sus tripas y desafiando las leyes de la lógica, levantó las piernas hasta apoyarlas contra la pared, elevando también los ojos hacia lo alto para ver con decepción que sobre sus pies seguía extendiéndose la verticalidad del muro. Permaneció en aquella extraña posición, sujetando el peso del cuerpo sobre los brazos y la cabeza, pensando en gitanos, en tribus africanas, en un boomerang en su camino de regreso, en los nidos de las cigüeñas, en un ventilador girando en el techo, en la lavadora de su casa, en una bola de helado... Helado que no dejaría que se derritiera...


Estaba delirando, pero como no se daba cuenta, tampoco se asustó ante la idea de enloquecer. El helado estaba riquísimo. Y le dio las gracias al vendedor del carrito ambulante ¡Gracias! Gritó colocando las manos a ambos lados de la boca, después de desplomarse sobre el suelo. Pero nadie contestó excepto el eco, seco y corto, que desapareció para dejar paso a otro sonido que se acerca: el ruido de unos neumáticos, el peso muerto de un cuerpo arrastrado, la puerta trasera de un coche que se cierra, unos pasos.


El Cartel se había encargado de mantenerla el tiempo suficiente alejada. El motivo era tan simple como que era considerada un objeto utilitario, una pieza más del engranaje que consolida día a día, el sistema de jerarquías de los grupos de narcotráfico. Estaba recuperando la lucidez y rápidamente entendió el alcance de su situación: probablemente se encontraba en algún lugar perdido de Sonora. Se secó el sudor de la frente con las manos y se tapó la boca ella misma, para no gritar.

TODO EL MUNDO QUIERE IR A JAPÓN


- ¿Cuántas monedas necesito?

- Sólo cuatro.

- ¿No serán pocas?

- Serán suficientes.


Sobre los largos salientes del tejado, la lluvia se acumulaba formando grandes charcos que se dejaban caer luego hasta el suelo en exquisitas cascadas. El paisaje exterior, velado por los antiguos flecos de la ancestral cortina de agua, era incesante objeto de estudio que Akari observaba, detenida en el banco de madera. El viejo cráter del volcán se erguía majestuoso tras la neblina de la mañana como un gigante impávido se crece ante los azotes de los últimos vientos fríos de Marzo.


Minutos después, la joven Akari se montaba en la embarcación que la llevaría hasta Oirase, donde cogería un tren hasta Aomori. Se despedía del anciano Kyosuke con un cortés gesto de cabeza que él le había enseñado, a la vez que juntaba las palmas de ambas manos.


En el camino, dejándose llevar por el constante chapoteo de los remos sobre el curso del río, pensaba en los cerezos de Tokio, que muy pronto florecerían, y en la llegada de los excursionistas hasta la parte Norte de la región, donde nadarían entre las fauces del famoso Lago Towada.


Dejó amarrada la embarcación en la orilla, desprendiéndose de ella en un rito que simbolizaba una separación mayor, la de Akari con el río. Durante meses se había sentado allí, junto a él, y le había ido contando, junto al rítmico discurrir de sus aguas, todas las penas que su corazón albergaba. Le explicó con todo tipo de detalle, lo que un inesperado golpe puede suponer en una vida temprana y cómo, desde que había sucedido aquello, parecían contener sus pulmones un pesado saco de cemento que no dejaba entrar ni salir el aire fresco.


Los días transcurrían y al igual que los hindúes se sentían purificados después de haberse bañado en el sagrado Ganges, Akari sentía que Amaterasu ("deidad que ilumina el cielo"), que nació de las manchas que Inazagi lavó en el río, se llevaba sus palabras heridas hacia el mar, donde ya no serían nada más que eso, palabras rotas que se pierden en su lamento para desaparecer después.


Dos días antes de sus partida, creyó entender que la "diosa ilustre" la bendecía. El río le devolvió su sonrisa; estaba hecha con los miles de reflejos de sus escamas de plata, bailando al son de un caudal que crecía y crecía y que hacía penetrar la luz del sol desde lo alto del cielo en la cara lavada de su nuevo rostro. Decidió que había llegado el momento de irse. Y así se lo comunicó a su benefactor.


De pronto, escuchó el llanto de un niño que provenía del mismo margen del río en el que ella estaba, y al desviar la cabeza hacía el sonido, descubrió un establecimiento al aire libre. Oirase: Por fin había arribado. El bebé que lloraba estaba a escasos metros suyos, sentado sobre las rodillas de su madre, reclamaba el yakionigir (bolitas de arroz tostado) que ella se llevaba a la boca con fruición. Ummm... El olor de la comida hizo que caminara unos pasos hacia el restaurante, alejándose, ya casi sin darse cuenta, de la naturaleza silenciosa de la que venía.


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Los campos estaban preparados para el cultivo. Hacía más de dos décadas, desde que los agricultores de Inakadate habían convertido la siembra de arroz en un arte paisajístico. Año tras año, al terminar las lluvias y comenzar la primavera, los campesinos elegían con precisión, la disposición en la que plantarían las distintas variedades de semillas para crear unos dibujos de extensiones considerables, magníficas.


Una de las hijas Tanaka, llamada Haru, había informado a Akari de que este año no volverían a recrear el monte Iwaki y de que a ellas dos les había tocado plantar el arroz Kodamai. Haru parecía entusiasmada con la idea de plantar "el arroz morado y amarillo, y no el verde, típico de la región". Es el más bonito, ya verás. Había concluido.


Para poder ver el resultado de todo aquello, tendrían que pasar cuatro meses más. Akari lo sabía e intentaba no impacientarse por el futuro. Las cuatro monedas que Kyosuke le había dado, fueron suficientes. Apenas gastó una de ellas en los billetes de tren y el señor Tanaka aceptó de buen agrado las tres restantes.


Al amanecer, todos se pusieron las botas de goma y salieron al campo. Las parcelas inundadas les esperaban fuera y, a simple vista, no parecía que el nivel del agua alcanzara medio metro. Aún así, Akari se sintió mayor al recordar que ese año había crecido 20 cm. "El viejo Kyosuke", pues así era como le llamaba, había ido trazando todos los meses sus avances con una tiza, y en aquel mismo instante, evocó la imagen perfecta de la última marca blanca en la pared; de tal modo que le embriagó una extraña sensación de autosuficiencia, que unida a la añoranza que sentía por su amigo, se tornó rápidamente en melancolía. Mientras, a mano, asentaba en la tierra empapada, una a una las semillas.


El sol se empezaba a asomar tras la cumbre del castillo y todos los niños corrieron hacia el torreón concentrando cada vez más, la mirada en lo alto. Subieron las escaleras de tres en tres y al encontrarse con el cielo abierto, Akari cerró los ojos. Sin saber por qué, sus ojos se resistían tras la penumbra de sus párpados, como en el interior de una cueva oscura, sellada por una enorme piedra. Quizás todo el esfuerzo del trabajo hubiera sido en vano, pero Akari tenía que cerciorarse de que el terremoto había quedado atrás. Que el paisaje que encontraría al salir de su oscuridad, no sería la viva imagen de la desolación que rasgó en dos la tela invisible de la mañana que siguió al Tsunami.

- Este año hemos dibujado al guerrero Sengoku montado a caballo- le susurró Haru al oído.

- ¿Y ves aquel haz de luz que llega del horizonte? Continúo para animar a su amiga.


Entonces, una certeza invisible atravesó como un rayo el espejo de sus pupilas que se abrió. Comprobó que amanecía, y que Sengoku montaba su caballo justo después de ver danzar a Uzume como brisa que ondula los campos.

lunes, 5 de julio de 2010

ISMAEL Y AGAR

Quizás el polvo que todo lo cubre
se descubra
bajo tus trazos inciertos
y la claridad continúe
difuminada la arena
en nuestro hogar.

Abramos las contraventanas azules
la niña espera
Sabina, desde su tumba
destapa el cálido monzón
la ondulación
dunas desérticas.

Hallamos el movimiento desconocido
de las alfombras voladoras.

Buscamos
un tesoro escondido
la llave
abre todas las puertas
descubre tu fragilidad
fiero rostro de barro seco.

La casa Roja del té
se parece demasiado a la Tierra Prometida,
Ismael.

viernes, 2 de julio de 2010

DEPARTURES 4: DESDE "EPPING FOREST"


"Un corazón es un corazón" (Mir, Verano 2010)

Un día se me ocurrió un nuevo plan. Consistía en imaginar que nada de lo que existía a mi alrededor era real. Imaginaba así que todo estaba dotado por principio, de una dualidad que más allá de inquietarme, lograba calmarme. Desde entonces, siempre había pensado que, sobre todo, en una gran ciudad, este ejercicio era altamente recomendable. Sin embargo, ahora que me hallaba en una de las ciudades más cosmopolitas y extensas del continente, todas las circunvalaciones de la vida se descubrían ineludiblemente auténticas. La existencia se revelaba contra mi teoría con la contundencia de un bajo de jazz.

Quizás fuera porque ahora que había crecido, había aprendido a saber ver. Recuerdo que cierto día, tiempo atrás, decidí dar un paseo por las afueras de Madrid. Me refiero a la apertura de esos límites urbanísticos que dejan paso al esplendor de la naturaleza. Me detuve junto a un embalse. Entonces me di cuenta de que el paisaje no admitía la veladura del sueño, de la irrealidad que seguiría instalada allí, lejos por el momento, en las calles de la ciudad.

En aquella etapa de mi vida, cada mañana al levantarme, sentía el peso de las obligaciones como un lastre que si quisiera, podría anclarme a las patas de la cama. Como consecuencia, tardaba más de media hora en levantarme. Mi vida era correcta, no había "altos" ni "bajos" pero estaba dominada por el rápido cumplimiento de los deberes que se me atribuían. Tenía entonces diecinueve años. Jamás me salía de los parámetros de la responsabilidad, nunca atravesé la delgada línea que me separaba de lo imprevisible, esa aleatoriedad que hubiera podido derivarse de la ruptura con mis tareas cotidianas. Sin embargo, aquella situación se manifestaba al mismo tiempo, la más circunstancial de las situaciones. Se diría que yo quedaba sepultada bajo su peso. Ninguna lágrima superflua, ninguna risa a destiempo. Hasta que un día me desperté más rápido: mi mejor amiga estaba en el hospital.

Estuvo varios días en coma y nos dimos cuenta de que podía no despertar. Una mañana de domingo, estando su padre junto a ella, Amalia respiró. Volvía con nosotros, los vivos, dejando tras de sí un suspiro que pareció congelar por un instante las paredes de la habitación. Aquel instante de muerte vino a instalarse en la espina dorsal de mi espalda, después de recorrerla de arriba a abajo como un rayo exterminador.

Aquel día, el orden habitual de las cosas también se vino abajo; resultó ser tan incierto como la vida, que podía dejar de latir en cualquier momento. Dejé la carrera de Filología Inglesa y empecé a estudiar Enfermería. Pensé que si conseguía curar el corazón de la gente enferma, podría revertir el curso de los días y aquel antiguo orden de las cosas, volvería.

Los mareos que había experimentado al mirar el paisaje me supieron reconocer, y si la naturaleza se revelaba tan extáticamente bella como incesantemente cambiante, la mía era la viva imagen de la inestabilidad de los truenos que hacían retumbar la paredes de mi cuarto infantil por las noches. Eso fue lo único que permaneció del antiguo orden. El vértigo del paisaje, cierta movilidad causal que no da lugar a una controlada consecuencia. La naturaleza cruel que más allá de lo cognoscible, era pura percepción. Tan solo mis sentidos podían dar rienda suelta a su imaginación, que lejos de la razón que ordena los hechos y los dota de sentido, los hacía aparecer en su lado más siniestro.

jueves, 1 de julio de 2010

DEPARTURES 3: PUNTO DE ENCUENTRO


"Reflejos 1: CD" (Mir, Rascafría Junio 2010)

Creía haberse vuelto invisible. Desde hace bastante tiempo nadie se detiene a mirarle, ni se fija en él. Mientras camina, piensa que nadie nota su presencia. Acompañado de un gesto bobalicón, pasa al lado de alguna chica, y si no fuera porque creía haberse vuelto invisible, la hubiera rozado con los labios entreabiertos, el de abajo descolgado a pulso. Soy testigo. Expresión centrífuga en el lavado de mi retina. Subo al metro. Sus gafas de pelo blanco se camuflan con el fondo gris. Retal de aguamarina, retal cosido entre retazos de superficie negra que resbala por las paredes sudorosas del vagón. Miradas esquivas, miradas erradas y errantes, erróneas en el testigo. Caso abierto/Caso cerrado. Caso escaso y opuesto pospuesto por las prisas que no atienden a la caída de divisas. Y él, que nunca llega tarde a casa.

Salir a la superficie como un escarabajo, el sol nos ciega a contraluz. Un monumento en el centro, grandes columnas y frisos sostienen el frontón: Trafalgar Square. Suena el teléfono, con las pocas ganas que tengo.

- ¿Dónde estás?
- Acabo de llegar a Trafalgar Square.
- En 20 minutos llego.

Acto seguido, cuelga. Podía esperar, si algo tenía en aquellos días sabáticos, era tiempo.

Apareció precedida por su sombra en el suelo. Levanté la vista del libro y sonrió como sonríe siempre que nos vemos.

- Ya estoy aquí, prima ¿Qué tal te encuentras?
- Bien, yo estoy bien ¿Y tú? ¿No tenías clase hoy?
- De acuerdo, tienes razón, lo admito: debería estar en clase ¿Más tranquila?

Esta vez esboza una sonrisa cómplice y yo imagino por donde van los tiros. Sabía que iba salir "el tema", ese que había estado evitando durante todo este tiempo. Estaba preparada: llevaba preparándose para aquello más de un año. Para mi, era algo inaudito, me parecía increíble si recordaba el escrupuloso silencio que la había acompañado en su esfuerzo. Un esfuerzo que, por fin, había sido recompensado. Con la ayuda de todo el universo- pensé. Y se lo dije, sin más rodeos.

- Mira, esto no puede ser más que obra del universo entero.

Bea se rió con ganas, con una carcajada que permaneció rebotando de pared en pared, como el zumbido de los mosquitos, hasta volver al reencuentro de miradas y baja la cabeza hacia el suelo.

- ¿Qué creías? .... ¿que iba a venirme hasta aquí con los ojos ciegos?
- Un poco miope sí eres- la reprendí.

Estaba resplandeciente. Y cuanto más lo pensaba, más me alegraba por ella. Además, no me preocupaba en absoluto, la conocía lo suficiente como para saber que lo afrontaría con la misma naturalidad que entereza, sin cesar en su empeño ni venirse abajo al primer cambio del viento.

- Por supuesto que no, tonta- asentí.

martes, 29 de junio de 2010

SOUL KITCHEN AND THE PINKER TONES

Un CD de este grupo cayó en mis manos de forma inusual, Fausta se lo había dado a Pilar porque ella no tiene reproductor, y Pilar, guardando las formas en consonancia a su edad, lo dejó encima del equipo de música hasta que llegara alguien de la familia a quien le pudiera gustar. Qué gracia me hizo ver entre sus manos la portada del disco: MODULAR, de The Pinker Tones. Ese blanco, rojo y negro que, poco después sonaba en el coche y me hizo gritar: ¡VIVA FAUSTA! ¡Vivan The Pinker Tones! Me pregunto como llegó a manos este cd, y la simple idea me encanta. Esos movimientos azarosos del día a día en una sociedad cada vez más heterogénea y menos compacta. Insisto, me encanta.



Quizás no tanto como Soul Kitchen, el estreno de Fatih Akin, una comedia que te deja como despedida una sonrisa en los labios, ¿qué más se puede pedir? La música, como se indica ya en el título, juega un papel fundamental en la película y en la vida del restaurante donde conviven personajes tan vario pintos como un chef de alta cocina, una camarera artista, un expresidiario, hermano de Ciros -el protagonista y dueño del "antro de clase media", que se la juega, como todos, a cara o cruz con las decisiones en un día a día tan imprevisible como cotidiano-, un excompañero de colegio convertido en agente inmoviliario, Nadine, la novia de Ciros, que no tiene muchos problemas económicos, ya que pertenece a la clase alta, y que quiere ser reportera, motivo suficiente para embarcarse en un avión a China y dejar a Ciros abandonado ... A su suerte, la del local que regenta.

Un elenco de personajes de lo más cómico e "inusualmente unidos". El director Fatih Akin, alemán de origen turco, ha elegido a un grupo de personajes socialmente desarraigados, inmigrantes, cuyas vivan se cruzan a ritmo de soul, alrededor del alma de la cocina de Ciros, también alemán, pero de origen griego.

Muchas escenas están rodadas al más puro estilo ninja: la cámara se aleja o se acerca de pronto cuando la guitarra suena o va a suceder cualquier cosa que merece ser enfocada desde un punto de vista muy especial; como cuando el Chef convierte varitas de merluza en un exquisito plato de 48 dólares, o clava, al más puro estilo Indiana Jones, un cuchillo en la pared... Utensilios que en manos de estos personajes cobran el poder de la espada en manos de El Zorro. Mientras, el velo de lo cotidiano se abre para mostrar un divertido y azaroso devenir interno, que aunque puede llegar a ser tan duro como una "hernia discal", también es asombrosamente tierno y cómico. UNA MARAVILLA QUE NO PODEMOS DEJAR DE DISFRUTAR MIENTRAS TENGAMOS LA MÁS MÍNIMA OPORTUNIDAD.


jueves, 24 de junio de 2010

DEPARTURES 2: LA PIEL DEL REPTIL


"Texturas 1: Parasol" (Mir, Rascafría Junio 2010)

Eché un vistazo al correo y no tenía noticias de nadie todavía. Husmeé algunas páginas de alojamiento en pisos compartidos. Cerré internet y salí de la pensión.

El tiempo había mejorado notablemente y decidí ir dando un paseo hasta el New Globe Theatre. Con la excusa de ver la recomposición del escenario isabelino, caminé sorteando las imágenes de aristócratas, ladronzuelos y soldados, estudiantes universitarios, marineros... que se mezclaban entre el gentío de la ciudad. Levanté la mirada hacia el sol radiante que robaba un pedazo de azul al cielo, y me despisté callejeando por los alrededores de Oxford Street. Estaba mirando el escaparate de una de las tiendas de ropa, cuando me sorprendió, reflejada junto a mi, la imagen de un vagabundo. Me giré hacia él, que me pidió un cigarro en un inglés correctísimo. Era la primera persona, después de la recepcionista de la pensión, con la que hablaba en inglés.

Le expliqué como pude que había dejado de fumar meses atrás, contestándome entre barbas sin afeitar y dientes sucios, que él, por el contrario, había empezado a fumar "since I am a tramp. Two months ago". Su respuesta me dejó confundida: se dirigía a mi con una familiaridad asombrosa, como si me conociera de toda la vida.

Quizás por eso me aventuré a preguntarle por los motivos. Se pasó la mano por encima de la barba dudando si responder a mi pregunta, pero cuando se alejó de su rostro el gesto meditabundo, supe que iba a contármelo. Earl, pues así se llamaba el vagabundo, había sido un hombre casado. Su mujer, Irene (de quien no quiso darme más detalles), le había dejado por un "colleague" llamado Antoine, después de denunciarle por malos tratos. Earl no pudo hacer nada para demostrar la falsedad de tal acusación, y el juez le declaró culpable. Con esta estratagema, Irene se quedó con la casa y se vio avocado a la mendicidad. Desde entonces, había buscado refugio en los bancos de Victoria Embankment, donde dormía, y de vez en cuando paseaba las calles centrales pidiendo limosna.

Una historia increible. En un primer momento, dudé de su veracidad por el carácter retorcido y triangular del relato, pero la sinceridad de su mirada y la cercanía de sus palabras, hicieron que finalmente, confiara en él. Además, por algún motivo que desconocía hasta entonces, me sentía identificada con el abandono que dejaban traslucir su pelo grasiento y sus ropas deshilachadas. Quizás por eso, le expliqué que últimamente yo también andaba un poco desorientada. Mi primera experiencia laboral había resultado un completo desastre. Había administrado un medicamento contraindicado a uno de mis pacientes y el director del hospital se había visto obligado a despedirme. Aunque el paciente se había recuperado enseguida, desde entonces me sentía "como una brizna de paja seca que arrastra el río cuesta abajo, en dirección al mar."

No dejé que Earl entendiera esto último, pero había escuchado lo suficiente como para saber que me sentía demasiado culpable. Fue un accidente -me contestó. No deberías pensar que tu vida se ha ido al traste por algo así, son cosas que pasan. Además, no debió de ser un error tan grave si se solucionó tan rápido. Podría haber sido mucho peor para el enfermo. Al fin y al cabo, no le pasó nada.

Desde luego, podía haber sido mucho peor. Eso me lo dije a mi misma, tantas veces como pude, los días posteriores a la expulsión. Pero sería muy difícil que me volvieran a admitir en cualquier otro hospital, mi carrera había fracasado casi antes de empezar. Si bien mi error no había tenido graves consecuencias para el paciente, pues el problema se había resuelto con rapidez, como había dicho Earl, me había costado un expediente.

Eché un vistazo alrededor con cierta aprensión y me tranquilicé al comprobar que la gente proseguía su paso sin percatarse de nuestra conversación. Reparé también en todas esas pequeñas tiendas de discos de segunda mano que había olvidado y que seguían en Berwick Street. Recordé, como al entrar en ellas uno pierde la noción del tiempo, buceando durante horas entre viejos vinilos desordenados, hasta que sucede la maravilla y encuentras un single inédito de David Bowie o un original intacto de los Smiths. Earl se había alejado de mi unos pasos y encendía un cigarrillo. Pensé que debía de ser duro volver a ser fumador cuando no se tiene "ni pá tabaco".

Fue entonces cuando me invadió una sensación de soledad extrema e injustificada. Comparada con Earl, yo era una afortunada. Mi mala suerte se volvía insignificante y más pegajosa que su andrajoso aspecto. Estúpida... Me sentí estúpida por haber puesto mi despido al mismo nivel que su verdadero desamparo, y arranqué un trozo de papel de mi libreta. Apunté mi nombre y número de teléfono y la dirección de la pensión en la que me hospedaba, allí podríamos seguir hablando más tranquilos, quería conocer todos los detalles de su historia. Quería conocer a Earl, en quien la aparente decadencia dejaba al trasluz, la cara de un hombre afable.

La corriente sanguínea de la ciudad, todo un entramado de circulación de vidas y arterias de metal, nos había puesto en su lugar. No sabía si podría ayudar a Earl, no sabía si podría ayudarme a mi misma, pero fue Crátilo y no Heráclito, quien enmudeció finalmente. Desde que mi padre había muerto, hacía ya once meses, me había estado dejando llevar por un conocido cotidiano que se representaba así mismo caduco. Por otro lado, admiraba la entereza con la que Earl, que lo había perdido todo, se había acercado hasta mi, hacia el otro. De pronto, sin previo aviso, un escalofrío punzante recorrió todo mi cuerpo. Si lo piensas -recapacité, once meses es muy poco tiempo en toda una vida. Y sin mediar palabra, me despedí de Earl con un movimiento de manos.

Confiaba en que se daría una vuelta por la pensión. Mientras me alejaba, volví la vista atrás, y Earl no tenía nada más que perder, pero ya no estaba. Y yo, tengo menos que perder de lo que tuve ayer -pensé. Proseguí mi camino hacia el New Globe.

martes, 22 de junio de 2010

DEPARTURES 1


"A1: Tendido eléctrico" (Mir, Junio 2010)

El avión despegó en el mismo instante en que mi vecino de asiento se abrochaba el cinturón de seguridad. Llegó tarde, fue el último pasajero en embarcar. Tenía los ojos claros como el agua marina en un día de tormenta y la piel morena, curtida por un sol vehemente. Después, miró por la ventanilla. Los campos parecían florecer en una expresión monótona y aburrida de sembrados raquíticos, un paisaje demasiado pobre para una despedida.

Yo sólo pensaba en la llegada, en el momento en el que, habiendo recogido ya la maleta, la subiría al carrito y buscaría la parada de autobús que me reuniría con mi prima, que había llegado a Londres dos días antes. Parecía que ese momento nunca llegaría, como la despedida que debía preceder a la partida mientras estaba en tierra firme. Sin embargo y finalmente, no se había hecho esperar tanto: una nota de despedida y un "disfruta de tu viaje, y no olvides que tarde o temprano todo llega. No le des vueltas a lo que dejas atrás, porque aunque tengas que volver más pronto de lo que esperas, en cualquier caso, llegarás. Eso sucederá y debes de estar preparada, tenlo claro."

Claro, eso era lo que yo quería, la certeza de que no iba a pensar en mi regreso durante una larga estancia. Lo suficiente para aclarar mis ideas.

Como una Reina de las Nieves, la bóveda celeste se teñía de un blanco semejante al de un folio vacío y por un instante, sentí el vértigo crecer en mis tripas. Lloré amargamente, como quien no sabe por qué ha de suceder así, incluso cuando ha sido él mismo quien ha tomado la decisión. Como si dando la espalda al azar, a la vez supiera, que enterrándolo en en el fondo del armario, no se iría a ninguna otra parte, como quien renuncia a creer en Dios después de un duro golpe, habiendo sido siempre un creyente fervoroso; en el fondo, yo lo sabía, cierto día volvería a creer en la creación. Pero por el momento, un descuido, un pequeño desliz, y todo se desmoronaría cual rocas desprendidas caen por el acantilado con un soplo de viento feroz.

Había entrelazado los dedos de las manos que ahora formaban un todo compacto, como un puzzle, y en ese momento me parecía una expresión falsa que sólo ocultaba melancolía. Quizás era normal, después de todo, el sentimiento de culpabilidad que me acompañaba. Sabía que estaba huyendo y que quien huye, puede resultar malherido. Pero sobre todo, me sentía aturdida por la inseguridad de la decisión, precipitada y huidiza. También era cierto que durante meses de estancia, no había encontrado ninguna otra alternativa mejor. Por eso volaba.

La música también nos aleja, es un medio de transporte mágico, en lo que se tarda en encender el equipo, ya has viajado a un lugar lejano, impropio, curtido por los sentimientos y las emociones de las personas que han creado una canción. Mi compañero de asiento escuchaba David Byrne. Era fácil de adivinar, pues cuando se quitara los auriculares, todos los sonidos propios del avión enmudecerían, como cuando se sale de la discoteca y se tiene la sensación de ser un pez en la pecera. Acuático, fluvial mientras tanto, discurría el transcurso del viaje.

Volábamos sobre el Cantábrico y decíamos adiós en silencio a las costas de la península. Caí en la cuenta de que sin querer, había incluido fácilmente a todos los pasajeros en mi monólogo interior. Me pregunté por qué sería y llegué a la conclusión de que durante algún tiempo, todo de lo que me había despedido con anterioridad, fácilmente me acompañaría. Pensé que no debía renunciar a esto, que sería mejor aceptarlo con naturalidad. Pero mi cuerpo entero se resistía con la furia contenida de un volcán.

Fue un vuelo corto. Al llegar, telefoneé a Bea. Se la escuchaba contenta, revitalizada, con fuerza suficiente para afrontar todo lo que había ido a hacer allí (aquí): ya estaba en Londres ¿Y ahora qué? Me subí al autobús dirección Picadilly Circus. Bea se alojaba en el extra radio, pero yo había preferido reservar cama en una pensión céntrica los primero días, para poder visitarlo todo con mayor facilidad. Posiblemente, después, me iría a vivir con ella. Por lo menos, eso era lo que habíamos hablado en los preparativos. Sin embargo, tenía que reconocer, aunque por el momento sólo fuera a mí misma, que ya no estaba segura de seguir queriendo eso, unas simples vacaciones de inglés. Para ser del todo sincera, en aquel momento, ni si quiera estaba segura de querer quedarme en Londres.

Las nubes grises presagiaban una bienvenida very british, pasada por agua, y yo empezaba a añorar el calor veraniego y el gentío despreocupado de Granada. Si me paraba a pensarlo un poco, no sabía a qué iba a dedicar mi tiempo los próximos meses además de a mejorar mi inglés. Me resistía a creer que eso era todo, tan simple y llano como un curso intensivo de inglés en la capital británica. Necesitaba algo más, algo que consiguiera remover las baldosas y el cemento, un poco de aire fresco. Me di cuenta de que lo que me estaba explicando a mi misma, se podía resumir muy bien en una sola palabra: reto. Cualquier reto, precisamente, era lo que había estado intentado evitar toda mi vida y ahora, tenía uno delante de mis ojos. Aquella ciudad, sus edificios desconocidos, sus parques, sus avenidas, toda su historia y sus museos, lo estaban ofreciendo. No podía, ni debía renunciar también esta vez, o pronto me arrepentiría. Por fin estaba preparada para correr riesgos.

lunes, 21 de junio de 2010


"Los gatos persiguen sombras" (Mir, Junio 2010)

viernes, 18 de junio de 2010

"¿QUÉ ES LA HIERBA?"


"Vecinos: Bicicleta" (Mir, El Berrueco 2008)

¿Qué se me habrá perdido a mi para estar aquí? Me preguntaba mientras daba una calada o dos al cigarro. Hay algo que siempre me acompaña, que nunca me deja... pero, ¿qué es? No lo sé.

Creo que tiene que ver con mi hermana, a ella le van las cosas bien. Pero a ella no la rechazaban en el colegio como a mi, porque ella es la fuerte de las dos. Estamos bien juntas, ¿verdad? Estamos bien cuando ella no se marcha y me deja.

¿Por qué será que siempre se marcha? Encerrada en esta habitación, que es grande y que tiene una terraza que no uso. Iré a verla este verano, cuando sea el concierto de Björk iré a su casa y la diré que "la quiero", que hace que mi vida brille más. Como en el concierto brillan los focos de luces de colores sobre el escenario.

Últimamente ando peor, es como si tuviera uno chinarro metido en el zapato, pero como a menudo me descalzo, sobre todo cuando voy a ver a Isa, se me vuelve a salir. Y es peor de lo que la gente puede llegar a creer no saber si tienes o no metida una china en el zapato.

Cuando Raquel aceptó ser mi amiga, cuando por fin pudo comprobar que no me conocía tanto como ella había llegado a creer, todos los demás también me aceptaron, ¡oh, Capitán! ¡Mi capitán! Nada es por sí mismo, si no en tanto es escuchado por alguien que le da la vida. Y yo vuelvo a no saber que hago aquí.

La dibujé pero ella nunca vio nuestro dibujo (las dos caras de la misma moneda) porque no vino a casa -y eso que me fui a vivir a Madrid-, mi amiga.

Hacer mi vida, eso dice mi psiquiatra que hago aquí. No me convence nada este tipo con sus rollos freudianos y su barba de tres días. Un día le sentaré en el diván yo a él. Un día, cuando Raquel me coja el teléfono y volvamos a ser amigas.

Sé que ella lo pasa peor que yo cuando hablamos. Eso es lo que me dice mi hermana, pero no la consigo ni olvidar.

Ahora, aquí sentada en el sillón del salón, no me siento del todo mal. Es como si empezara a comprender realmente que no debo llamarla más. Tengo que dejar de agobiarla.

Hoy vino a verme un amigo, pero he sido demasiado impulsiva al pedirle que se quedara a dormir en casa, pero es que estaba especialmente atractivo. Cuando nos hemos despedido le he intentado besar y él lo ha rechazado. Aunque no le ha sentado mal, me ha dicho que los fantasmas son peor que los enemigos. Eso ha dicho él pero yo no entiendo que ha querido decir con eso.

Viernes. Me he levantado más tarde de lo habitual. Anoche no podía dormir y no dejé de darle vueltas a la idea del bien y el mal. La síntesis que debería surgir tras la confrontación no ha llegado esta vez. Sólo siento cansancio y aburrimiento. Más de lo normal. Soñé con una escalera: con el peldaño que no llegué a subir. Ni uno más. Como si dijera: aquí me quedo. Como en aquellas películas que le gustaban a ella... volver no ha sido lo peor. Lo peor es la espera.

Alguien llama, será el cartero. Por fin me traen las piezas que necesito para arreglar el ordenador. Quizás así también pueda arreglar mi cabeza. Hoy me duele mucho.

No contaré porqué pero mi hermana ha vuelto y está viviendo con nosotras. Ayuda a mamá en la tienda. No nos viene nada mal un poco de ayuda. Las dos solas nos arreglábamos. Pero me gusta volver a estar con Rebeca.

Ya no es como antes: por un tiempo, estamos juntas otra vez. Y eso está bien.

Suena el teléfono ¡Es Raquel! Me tiemblan las manos al intentar descolgar y cuelgo sin querer. Entonces, en un lapsus de tiempo que abarca la mitad de mi vida, vuelvo a dejar el móvil donde estaba. Mi hermana me pregunta: "¿quién era?" Yo le contesto que no lo se: "se han debido equivocar." Y no me pesa, ya no me pesa.


YO TAMBIÉN


"Nos vamos a Tanger" (Tommy, Navidades 2008-09)

Íbamos montados en un tren. Era un vagón de metro. Nos dirigíamos hacia el sur, a un barrio obrero. De repente, recordaba mientras surcábamos el túnel que justo antes de subirnos, busqué el rostro del conductor, pero el reflejo de las luces artificiales del subterráneo, sólo dejaron intuir los rasgos de un hombre de pelo largo, lo llevaba recogido con coleta, y de mediana edad.

El ruido ensordecedor de los railes chocando contra el eco devuelto por las angostas paredes, rebotaba en mi cuerpo, justo después de saltar levemente sobre el asiento. Unos frente a los otros, de cinco en cinco o de tres en tres; parecía que el ruido ensordecedor silenciara cualquier encuentro dentro: la mera forma de desplazarnos convertida en señal de "está usted en el metro de Madrid informa... que con motivo de las obras... En ese preciso instante dejé de escuchar la voz enlatada de los altavoces, tan pequeños sus agujeros como su capacidad de acción, y apreté el botón de los auriculares, sonaban The Doors - The soft parade has now begun, listen the engines hum!-. Imaginé los engranajes de una maquinaria y la llegada indeterminada de los circenses juegos de un grandullón forzudo y un menudo saltimbanqui malavarista -la ilustración de la portada, supongo-. A veces omito la información superflua, que a mi me sobra, pero quizás por eso, no se entiende.

Íbamos montados en un tren. De repente, paró en seco y nos anunciaron por los altavoces: Desalojen este tren; Fín del trayecto.

Las puertas se abrieron y no sabíamos dónde estábamos ni hacia dónde daban. Pero había que salir del vagón y el conductor se reía con cierto aire de familia Whitman. Nos anunciaba que él, no sabía hacia dónde nos llevaba. Era como un Dios de esos que dibujó y pintó y esculpió Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, y yo pensé: He de creer en sus palabras. Y bajé del vagón de metro.


Escritor de Libros de Bolsillo- The Beatles

martes, 15 de junio de 2010

CAN WE WORK IT OUT?

Yo es que creo en una especie de justicia poética, que a todo "cerdo" le llega su San Martín...
¿Y tú me lo preguntas? Te contesto mientras clavo mi pupila en tu pupila marrón ;)

lunes, 14 de junio de 2010

PRAXIS Y TEORÍA

"Alcobendas" (Mir, 2006) versus "Buscando la postura" (Maite Camacho)

Como todo lo que cabe en un latido, el mundo entero se agolpa, "como-como empujones" y no sé si entonces voy dos pasos más atrás intentando hacerlo, darlo, hoy no ha podido ser: ha sido voy dos pasos por delante, ansiedad.

Todo este tiempo, ahora me doy cuenta, intentaba hablar de "nada" y "nada significa nada". Porque había dos fantasmas, uno: el mío propio, que intentaba apresar el otro, el que siempre se nota detrás, pegado a la espalda, y cuando te das la vuelta ya no está, no hay Nada.

Hablar de nada también es dejar de hablar con los tuyos, en nuestro idioma: es irse lejos y no volver a decir Hola, qué tal estás, porque te has buscado el adalid de un país vecino como excusa, como tristeza, cómo como melancolía, con las tripas negras.

Si dos días atrás o tres, me hubieran dicho: la vida entera, la vida duele, no lo habría creído, es más, quizás haciendo esta rima, me habría reído. Pero la diferencia, y ahí está la diferencia, es que me lo vuelvo a creer y me río más de verdad.

Ahora se porqué no había nada que decir, ni llamada que hacer, ni antagonismo, si no la negación misma de mi propio ser.

miércoles, 2 de junio de 2010



¿QUÉ CULPA TIENEN ELLOS SI NO SE PARECEN A TI?

jueves, 27 de mayo de 2010

martes, 25 de mayo de 2010



PARA ESTELA: Las hermanas que cantan raro y dan miedo, y se oyen mecedoras... (que chirrían...)

Y TAMBIÉN... Sunrise, Norah Jones
"Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino".

El hombre en busca de sentido,
VIKTOR FRANKL

lunes, 24 de mayo de 2010

LOS MALOS SUEÑOS


Imagen en contexto original: Tesesa La Marquesa

Tienen hambre y sed. No les he dado de comer en toda la mañana. Empiezan a ver borroso todo lo que hay alrededor. Quieren salir a buscar algo. No se si lo encontrarán, ya no está en mis manos mantenerlos cerca. Se incorporan de su silencio, y todavía con sueño, abren mucho más los ojos. Me miran. Se que me van a dejar quedarme. Anoche, no se dieron cuenta, pero desde entonces, la puerta está abierta. Adiós me dicen, mientras esbozan lo que parece una sonrisa perfecta.

SILENCIO

Imagen en contexto original: Antonietta Valentina

Nos asusta el silencio. Pensar que si no decimos lo que pensamos en todo momento, esas palabras no dichas, eso que fue descampado o ermita, desaparecerá. En definitiva, creemos que todo es en la medida en que lo conocemos. Control, lo llamamos. Decimos que todo está bajo control... Pero no es cierto. Es dogmático este silencio.

Nos engañamos, pero todavía no sabemos por qué. Todavía creemos que debemos dejarlo marchar, que el vuelo de esos dos pájaros que se acercan hoy hasta nuestra ventana, no depende tanto de sus alas como del silencio que acompaña su parada. Porque eso que no sabemos, nos mantiene cierto tiempo alerta, aunque no el suficiente; acaparándolo todo. Y ese misterio, será otro mañana.

martes, 18 de mayo de 2010

PROFUNDO


"Rosa de Cumpleaños" (Mir, Mayo 2010)

No hay nada más que un reloj que queda atrás. Son las 18:30, es hora de marchar. El tiempo, el espacio en los que me imaginas, te pertenecen. Yo no soy más que eso para ti.
Medito sobre el tiempo que apunta en direcciones opuestas: Norte y Sur; de forma que en su punto medio estás tú, y estoy yo. Son caminos verticales los nuestros, como una flecha que apunta al cielo: tú; como un ancla que echa sus raíces en tierra: yo. La mirada permanece, se posa la mirada en el camino que recorrimos juntos, de las montañas al valle, del valle hacia las montañas. Una intersección en la que olvido siempre una última dimensión.

jueves, 13 de mayo de 2010


http://www.youtube.com/watch?v=QzmMB8dTwGs

FECHA DE CADUCIDAD


"¿Margaritas?" (Mir, Pico de la Miel 2010)

Miré la fecha de caducidad del envase de plástico plateado. Cualquier otro hubiera pensado al instante en un astronauta diminuto flotando en las inmensidades ingrávidas de un microcosmos de palomitas de maíz sin hacer. Pero yo no. Confié mi suerte a los Rayos de Sol y abrí la llave del gas. Encendí un mechero y acerqué la llama a los pequeños conductos por los que se escapa siempre el gas haciendo ese típico sonido fugaz. Entonces, bien untada la sartén de mantequilla, la puse sobre el fuego y esparcí el contenido del envase dentro. La pepitas amarillas empezaron a esponjarse, convirtiéndose en pequeñas y carnosas flores blancas sin raíz. Me olvidé muy pronto de la fecha caducada del envase.

ICEBERG



Intentas, lo intentas... Ver también el lado bueno, la parte oculta del iceberg que yace sumergida en las profundidades del Océano Pacífico de tus mares. Siete noches y ocho días en los que tus manos no se han separado ni un momento de las mías. En este momento, soy yo la que piensa el trozo de iceberg hundido, que yace en el fondo submarino. Rimando dicen no, rima no. Y a mi no me importa si la realidad soporta o no la sumisión de mis pasos continuados y escondidos por el asfalto, la parte recóndita del mar vacío -apaciguado de furia, submarino- ¿Es paradójico, o no? Que los árboles pierdan sus hojas para dar frutos es bien sabido. Son distintos los momentos que ya se han ido. No a la lucha, ni a la guerra cuando pudimos dejarlo todo e irnos. Pero cuánto nos costaba decir hasta luego, tal vez mañana. Dejarlo morir.

EL VIENTO Y LA ARENA



Estábamos tumbados en la cama, como el viento y la arena; pensé el mar de una playa en la que nunca habíamos estado. Sentía el latido de pequeños corazones en el fondo del mar, peces de colores. Recordé el viaje en avión de Eduardo, sobre aquellas alas abiertas, susurrando un corazón para Silvia. Imaginé unos abetos en Otoños cercados -no se por qué- perdiendo el hilo de la conversación. Y sus manos eran como el viento, sobre mi piel de arena.

EL ESPEJO



Sabes que todo ha sido un sueño. Le dije. Tú y yo nunca hemos sido tú y yo.  Ella se agarró la falda con ambas manos, subiéndosela un poco por encima de las rodillas, que quedaron al descubierto. Estábamos sentados en el parque y era verano. Su falda blanca tenía dibujadas finas rayas rosas y me miró con desprecio, como quien dice: déjalo ya, o bien, tengamos la fiesta en paz.

Yo sabía que la estaba importunando de nuevo con el tema, pero tenía que hacerlo. Aquel sueño, se que prefieres olvidarlo. Continúe tan despacio como pude. Tú estabas en aquella tienda del centro comercial. Esperabas a que yo saliera de los probadores cuando, de pronto, entró aquella otra pareja y te saludó como si te conociera. Lo que quería preguntarte es lo siguiente: ¿de verdad sigues sin poder verles las caras?

Con la mirada perdida intentó recordar. Nos levantamos del banco y caminamos en dirección al establecimiento más cercano. Esperó hasta entonces para hablar.  También recuerdo el espejo situado detrás de los bancos de madera, donde yo estaba sentada esperando a que salieras. Dijo. En aquel espejo, ni tú ni yo aparecíamos reflejados. ¿Crees que eso importa tanto? 

En un principio quise creer que sólo se debía a que era yo quien lo estaba soñando, y por lo tanto, no hacía falta nuestro reflejo, porque de alguna forma era algo intrínseco al propio sueño. Más tarde, guardé el secreto que me pareció imaginar en aquel hecho. 

Quizás hubiese imaginado la tienda también. Y de este modo, ni tú ni yo, habríamos existido jamás en aquel sueño, por eso tampoco teníamos reflejo; que es lo mismo que acabas de decirme tú. Por lo tanto, no era necesario, te lo podías haber ahorrado. Así que te esperaré aquí sentada mientras terminas de probarte el resto de la ropa que queda. 

martes, 4 de mayo de 2010

LOS CINCO SE VAN DE CAMPING









FOREVER REVIVAL

SALE EL SOL

"El gran drama moderno es que ya no podemos volver a casa", le dijo Nicholas Ray a Win Wenders. Y su sentencia cada día nos parece menos enigmática. El mundo se ha enrarecido tanto que ya nadie conoce el camino de vuelta a la vida.

Al revés (Enrique Vila-Matas, Babelia 17/04/10).



No es lo mismo estar solo que sentirse solo. Yo ya no me siento sola, y no es que antes lo estuviera "de verdad".

Pero ahora, cuando salgo a la calle y las ruedas de los coches vuelven a girar entre palabras amables de algún transeúnte, que se cruza casualmente en mi camino, vuelvo a sonreír.


Puedo hacerlo. Porque ya no duelen los gestos ni las miradas. Vuelvo a ser otra neurótica más en este mundo de neuróticos empecinados y empedernidos. Y lo que es más importante, por lo menos para mi: vuelvo a ser Yo.


Sonreír no duele. Ver, dejar que el mundo entre otra vez por la retina y el oído, no hace mal. Cualquier día, bajo a la calle y me encuentro con la gente, y los abrazos no son sólo una mirada, son sus voces. Charlamos.


Entonces, uno no puede dejar de pensar en esos otros amigos y amigas que no lo consiguieron. Uno se sabe al borde del abismo un día más, pero sabe que éste es otro abismo diferente y conocido, ese que nos giró un día sin quererlo y que terminó ante un abismo tan real como el de la propia muerte, la muerte de nuestra identidad. Es como perderlo todo, perderse a uno mismo.


Y un día despiertas de todo aquello y lo sabes. Eso te confunde, y vuelves a sentir miedo (porque el miedo, ese ambiguo enemigo, es libre). Ese miedo irracional que nos enfrenta y nos aleja temporalmente de lo temido. Y sabes que es verdad, porque ya ha pasado antes. Pero te extraña la certeza de la realidad, que se mezcla en oleadas de pesimismo con un pasado tan doloroso como el no vivir en uno mismo. Se parece demasiado, estar vivo se parece demasiado a la cara infructífera de su reverso.


Es difícil explicárselo a alguien que no lo ha vivido. Y sabemos que no es necesario que lo entiendan, ni pedir permiso. Pero uno se siente demasiado afortunado y agradecido con todos los que le ayudaron en ese camino, y se entristece a la vez, al saber de tantos otros que no lo han conseguido. Y cierta necesidad con nuestra propia historia, aflora. Para entender, para dejar atrás... Hace que te pongas a teclear las letras, también por avivar ese acercamiento indeciso.


Extraña no haberse dado cuenta antes de lo ajeno e incierto de nuestra existencia. Y suena un poco casi a moralina. Pero la imposibilidad que posibilita estar aquí, ahora, escribiendo esto, tiene algo de ajena y distante, bastante de hielo y frialdad.


Imposible culparse por estar vivo. Ya falta poco para que salga el sol que libere del yugo de la esclavitud a nuestra mente, pájaro-mente, imaginación que se agita en el interior dormido de un corazón.

miércoles, 28 de abril de 2010

LO QUE DEJAMOS ATRÁS, SEGUIRÁ CON NOSOTROS (TEXTOS ANACRÓNICOS)


DESGASTADO EL HOLOGRAMA

El amor es como un holograma. Depende de la perspectiva, encuentra los motivos en un lado u otro, nunca se unen los motivos, sólo lo hicieron una vez y fue para formar su propia imagen. O tal vez fuera para desaparecer después.

HOY

Todos los días pienso en ti, no hay un solo día en que no lo haga. Casi todos los momentos del día tienen algo que fácilmente te recuerda. He aprendido el significado de esperar; sin saber que sucederá mañana, vuelve a ser hoy.

Si lo pienso bien,
mañana
ayer
hoy,
solamente son
palabras que no tienen
ningún sentido
por sí mismas.

NO MÁS PAIN

No se si callar o seguir
no se si hablar o salir
si entrar salir abrir callar

No se si esta vez
llegas y te quedas
o si te vas

No se nada,
vuelvo a no saber
si llego me quedo o me voy

Pero oigo tus pasos
se acercan
tus pasos bajo mi ventana
bajo la lluvia
bajo el sol
entre calles y tranvías
entre vías
caminos que se encuentran
y después se marchan
para poder volver

No he sido yo
no has sido tú,
somos los dos
y todos los demás,
la ciudad también

Sabemos cómo termina esta historia
no puede terminar bien,
pero puede terminar

ADIOS

Me llaman, son ellos. Les oigo acercarse, cada vez están más cerca. No se cómo han podido enterarse esta vez, nadie lo sabía excepto él.

TU ROSTRO MAÑANA

No quiero convencerte de nada
tampoco prefiero que lo hagas tú

prefiero...
preferiría verte salir
entrar
salir
correr
callar
sonreír
no llorar
no llorar no llorar. Prohibido,
está prohibido ¿qué
se le va hacer?
SI no hace falta.
Si ya te has ido
cuéntame
¿qué es lo que ves
mañana?

viernes, 19 de marzo de 2010

LA ALFOMBRA ROJA

El rojo es un color que nunca me ha hecho demasiada gracia. Además de usarse hasta la saciedad como emblema libertario, ha servido siempre para subrayar. En el colegio, ya usábamos el boli rojo para destacar y el boli azul para escribir las palabras de los dictados y las cifras y los signos de los problemas. Sin embargo, yo, últimamente, nunca encuentro el bolígrafo que necesito y termino cogiendo el primero que tengo a mano, que resulta ser uno rojo (o verde, en el mejor de los casos). 

Es así como termina la tinta poniendo el grito en el cielo, y le hace pensar a una que no debería haberla dejado tanto tiempo sola, a su libre albedrío. Ni haberla utilizado como reducto de un descuido. O lo que es peor, por carencia de hormigón.
 
Es así como comencé a escribir este cuento. Un día, cierto jueves de mayo, llamé por teléfono a un "902" (sí, un momento que coja un bolígrafo...) Busqué rápidamente por encima de la mesa algo con lo que escribir la dirección. Abrí el primer cajón. Lo único que me podía servir de allí dentro, era un lapicero pequeño, con la punta desgastada. Lo cogí y escribí. Av. del Mediterraneo 107 1ºA. Metro Delicias. Pescanova, añadí. Copiar direcciones era bastante aburrido.
 
Después colgué el teléfono. Me di cuenta de que hacía mucho, muchísimo tiempo, desde la última vez que había usado un lápiz de esos. Quizás fuera el mismo lápiz. Así que le pregunté. Perdona, ¿has vuelto a saber algo del lápiz de color rojo? El HB 2 no contestó. Parecía aturdido por el esfuerzo que había realizado, esfuerzo que yo le había obligado a hacer.
 
Claro, estás cansado... Lo entiendo. Hace demasiado tiempo que estás ahí metido sin hacer ejercicio, ¿verdad? No te preocupes, aunque lo parezca, no me había olvidado de ti. El lapicero a rayas se quitó el polvo de encima con sus manitas y me miró. No se me ocurría nada más que contarle, pero quería animarle un poco, aunque sólo fuera por el favor que me había hecho, un momento antes, él a mi.

Saqué un folio del cajetín de la impresora y escribí lo primero que me vino a la imaginación. "La alfombra roja", fue lo que se me salió. A continuación, cité en voz alta los nombres de los actores y actrices que podía recordar: Carmen Maura, Ian Nelson, Jeremy Irons, John Malkovich, Katherine Z Jones... ¡¿Catherine Z Jones?! Maldito el momento en el que se me ocurrió un nombre tan estúpido. Siempre me pasaba lo mismo, cuando tenía que decir algo original, sólo me venían a la cabeza nombres absurdos. He de reconocer que este argumento me tranquilizó un poco, no demasiado, pero la verdad era que no me apetecía pensar. Pasé el lápiz por el papel y dibujé una alfombra. Empezaba a echar de menos el color rojo. Creo que incluso podría decirse que le estaba empezando a coger cariño.

El siguiente dibujo que hice recordaba bastante el de Alicia, cayendo por el interior del tronco de un árbol, en un túnel de asombro. Mis zapatos no eran de charol como los de Dorothy y mi vestido no tenía lunares de fiesta. Replicó la chica. Había, eso sí, una fila de girasoles a cada lado de la alfombra que acababa de dibujar. Los había tenido que plantar ella nada más ser dibujada y regarlos a escondidas mientras yo recogía la goma de borrar del suelo.

Las 2 filas de girasoles se multiplicaron por tres y fueron 6. Que se multiplicaron por seis y fueron 12. Que se multiplicaron por tres y fueron 36. Entonces sume los dos números y me salió 9. Me parecía bien. La pedí que los dejara de regar ya.

Después me comí unas pipas mientras pensaba hacia dónde quería seguir con el lápiz. Cuando las pipas llegaron a mi estómago, Miaulicia había pintado todos los girasoles de fucsia. Polaroid, la insulté. Pero no se dio por aludida. 

Estaba perdiendo el tiempo allí sentada comiendo pipas de girasol. Se levantó y caminó despacio por la alfombra. Parecía que debajo estuviera el mar, pues se escuchaban las olas rompiendo contra ésta. No había mucho más que hacer por aquí además de caminar. Inquirió Miaulicia. 

Volví a guardar el pequeño lápiz donde estaba y me di una ducha. Eran casi las cinco de la tarde y a las siete había quedado con una amiga. Hasta entonces estuve recogiendo la ropa que había tirada por la habitación y puse una lavadora. Me aburría como una ostra. Saqué los platos del lavavajillas y eché comida a las gatas. Me fumé un cigarro. Recordé una canción de Mecano. Escuché una versión de Amarillo. Me cambié de ropa y salí. Ya eran las seis y cuarto. Estaba anocheciendo.


martes, 16 de marzo de 2010

LA TERRAZA. ECLECTICISMO. HUMO


Estaba con Tea y me preguntó qué tal actriz me parecía L.W. 

No es tan buena como M.C. ni tan mala como J.R. Contesté. 

Oscar y Sylvia dicen que es muy mala actriz porque claro,"el que mucho abarca poco aprieta" y L.W. también canta y fotografía y seguro que cose en sus ratos libres. 
Yo pienso -dijo B., que a lo mejor, entonces, si a ti no te parece tan mala, será que sólo la envidian. 

Pues no se si ellos preferirían cantar y coser y fotografiar también... Respondí de forma escueta.

Me pareció ver que Tea guiñaba un ojo entre el humo del tabaco en la terracita, pero después se lo frotó con la mano. Se me ha metido el humo en el ojo... Dijo para el cuello de su camisa. Dicen que te van las cosas bien, ¿qué haces últimamente?

Coso, hago fotos, canto, y actúo los fines de semana.

Y Tea esbozó una pícara sonrisa y se marchó, dejándome allí hablando sola con las plantas y el bonsai azul. Recuerdo bien la disposición de todos los muebles que reconfortaban en el calor de la terracita -cinco personas entran y salen a cámara rápida y después, la terraza, aparentemente vacía, se llena de ecos y espejismos de camellos rosas y pingüinos salvajes descansando junto al salón las horas de nuestros días de cercanías-.

¿Sabes Tea? Dicen que no te puedo ver porque sólo me llega el olor a tierra mojada que entraba por allí cuando en verano, la ventana estaba abierta y llovía.

Tea cogió el bolso, metió los libros que había sacado y se fue a la cama. Estaba cansada.
Al día siguiente volvimos a quedar en un bar de Valpàssie, con más energía y un poco menos cansadas.