miércoles, 20 de mayo de 2009

ESTORNUDOS AL VAPOR

"...el rey templo,
Apolo el avieso,
capta la visión
a través del más directo
de los confidentes, la mirada
que conoce todas las cosas.
Las mentiras no las aprehende,
ni dios ni hombre le engaña
con obras ni con designios."

Y aquello que en otro tiempo fuera vida sucumbió a los designios de la Era divina.

Todo empezó estando una tarde sentada viendo la televisión, retransmitían en directo cómo una mole, de diámetro impreciso y metro ochenta de alto, se instalaba en la entrada de la casa unifamiliar de los Steven & Jonhson. Para ver si se movía, le dieron un trabajo que ésta desempeñaba con la precisión de un reloj suizo y la eficacia de una escabadora, que desafortunadamente aunque de forma previsible, comenzó a destruir todo lo que encontraba a su paso.
(Véase unas cuantas líneas más abajo el extraño caso de una ensaladera y los guardias civiles que van por la carretera -Manual de instrucciones para usuarios)

¡No en vano su inteligencia se había convertido en una opaca y negra superficie del todo ciega!

- Ni las nubes ni los prados, todo limpio y desinfectado- alcanzó a decir antes de que los abriles se esfumaran de sus labios.

- ¡Salud! Dijeron luego los niños.

Y las luces se apagaron, pues esto es lo que pasa cuando estornuda la abuela, que todos aplauden menos ella.

Manual de Instrucciones para usuarios: Para saber que opinan una ensaladera y los guardias civiles que van por la carretera ir a la cocina y abrir la nevera.

Los Guardias Civiles: - Qué espanto, qué osadía.
Una ensaladera: no dice nada, las ensaladeras no hablan.

martes, 19 de mayo de 2009

VEINTE ROSAS

Nos engañaron con las rosas, no son rojas ni amarillas (¿lo serán las niñas?). Veinte rosas se han secado en una caja de cartón de un cuarto que yace vacío al otro lado de la ciudad, alguna madre ha reinventado otro exilio. 

Y tú prefieres no pensar, prefieres llamar cualquier otro día, demasiado tarde o demasiado pronto. Será imposible que nos veamos la próxima vez.

sábado, 16 de mayo de 2009

PARA SER FELIZ


A diferencia de Loquillo, lo que yo quiero para ser feliz es llevarme bien contigo, pero no te acuerdas de que ayer te estuvimos esperando tres horas y media hasta las 10.00. Bueno, si lo sabes, lo que pasa es que no lo puedes ver.

Me dicen que renuncie, que ya está bien me dicen. Y yo les digo "tal vez" y "quién es Juan Valdés". Se están empezando a cansar conmigo y todavía no pienso en casarme, si eso es lo que has pretendido decir. 

¿Que qué es lo que hay hoy para cenar, me preguntas? Mira debajo de la mesa lo que te he traído. Estaba perdido, así lo encontré, magullado y tembloroso. ¿Ves ese agujero que tiene en el pecho? No es sólo un juego, ni un estampado muy bien hecho. 
¿Qué? ¿Que no sabes lo que es?

jueves, 14 de mayo de 2009



Dirigía mis pasos con la parsimonia de costumbre hacia la Alcadia, habiendo aceptado ya el estupor que me producía constantemente su visión. No había otra alternativa, de lo malo era "lo mejor". Los días transcurrían bajo el sopor propio de  los infiernos redimidos y pensaba que cuanto más me acercara, menos tardaría en volver. Mis compañeros de encierro eran de lo más vario pinto, desde el mayor, enorme y desagradable inadaptado social e inmaduro emocional que rozaba lo crónico, produciendo el puro rechazo de casi todos, hasta la más sensible y alegre damisela auto destructiva que no dejaba de sorprenderme con la dicha de conservar, aparentemente, el ánimo. El mío había sufrido tanto que se conformaba con sostenerme a mi y a la esperanza que persistía de una vida alienada y tremendamente baldía. Era así como me resignaba a asistir y participar en las discusiones, sin pasión alguna, pues no estaba en mis manos "ser o no ser" lo que de hecho era.  
Algo se alejaba de mi, día tras día, mientras casi todo permanecía tan poco familiar como ajeno a la existencia de mi vida.

Llegué a la casona, las verjas estaban abiertas y crucé el patio sin mirar atrás. Unos cuantos chicos y chicas esperaban en el recibidor, sentados, fumando y charlando un poco. A las nueve y media entramos en el salón y estuvimos allí una hora más; a las diez treinta salimos fuera de nuevo, cinco minutos para descansar. Fue entonces cuando apareció Lourdes, bajaba de las oficinas y todos la saludamos efusivamente, yo sonreía. Ella detuvo pronto la jovialidad de nuestros apuros, nos dimos cuenta de que estaba muy seria y nos temimos cualquier cosa: tenía que darnos una mala noticia.  
Cuando supe lo que había pasado intenté salir de allí corriendo, pero me topé con su abrazo y entendí que no podría retroceder el camino de mi dolor, el que tú ya habías recorrido.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces y son éstos, tiempos mejores. Hoy, mientras comía con un hambre voraz y escuchaba por la radio las noticias, sonó La Chica de Ayer y una voz decía que la capilla ardiente de Antonio Vega podía visitarse en la SGAE. A pesar de su maltratada salud yo le había creído fuera de peligro por más tiempo. Volví a recordarte en la forma que ya no estás, todavía no he podido hablar con tu madre en persona ni recoger el libro en el que publicaron tu cuento, también me acordé de Candela. Me hubiera gustado llamarla, pero perdí su teléfono. La recordé cantando con la guitarra las de Antonio Vega, y de fondo el sonido de otras conversaciones mezcladas, en el patio bañado por la luz del sol: los movimientos de nuestros cuerpos desesperados por la vida. Siempre le pedías la misma canción que te gustaba más cuando llegaba la parte de Jacques Cousteau, entonces las dos os reíais (Candela porque sabía que te volverías a reír una vez más). 
La mayor parte de las veces tu risa interrumpía inesperadamente cualquier conversación. Me sorprendía tu valentía para amar sin condición lo que admirabas y no entendía cómo podías estar, al mismo tiempo, tan asustada y confundida. Mala te dibujó con un interrogante, no recuerdo cómo me dibujó a mi.

Ahora me doy cuenta de que cometí otro error de cálculo al pensar que los había más felices entre nosotros, ni el más esmerado lo era. Nos sabíamos vivos pero no alcanzábamos a sentir la tibieza, sólo la herida. Yo, como tantos otros, seguí mi camino, sólo de vez en cuando los pasos de cebra se vuelven demasiado cotidianos y me descubro mirando al suelo intentando adivinar cuánto más queda por venir.
Tú y yo sabemos que no era cierta aquella frase que escribió Magnesia: "no existe la luz, sólo su sombra en la pared", decía. ¿O era Shiria?

lunes, 11 de mayo de 2009

EL MUECÍN DEL COLORADO

Hace un par de días me sorprendió la inesperada visita del Muecín del Colorado, hacía tanto tiempo que no le veía que me costó bastante reconocerlo y habituarme después, a su particular forma de estar. Me di cuenta de que no había cambiado nada o puede que sea yo quien quiere verlo así, pero la única diferencia la hallaba en su gesto y en que se quedaba mirando al vacío con más frecuencia. Fue como me acordé del funambulista, quién sabe, quizá sea ésta la primera de otras citas repentinas. Lo cierto es que siempre intuí en él un corazón de plumas que podía irse volando al más leve movimiento.

Me contó que había estado fuera, que después de desembarcar en Sky Harbor, Phoenix, puso rumbo a tierras ancestrales. El pueblo de los Hopi es el único de los que se expandieron por la meseta estadounidense que sobrevive todavía conservando su cultura, que se remonta mil años atrás. Los Hopi viven ahora en la Reserva Navaja de Arizona y mantienen costumbres y tradiciones que se asientan en la era prehistórica, en un lejano lugar que ellos conocen como Kasskara y que sufrió guerras terribles y cataclismos que a punto estuvieron de exterminar a su raza. Hubo una edad en la que los Hopi pudieron conocer a unos visitantes de las estrellas que dominaban la técnica de cortar grandes bloques de piedra y transportarlos. Viajaban sobre escudos volantes o pájaros tronantes y eran "sabios, ilustres y respetados", katchinas.