jueves, 18 de diciembre de 2008

LATAS DE ATÚN



Había pasado demasiado tiempo desde la última vez. Cuando Úrsula se marchó de casa sin despedirse, creyó que el mundo se acabaría y él, a su vez, terminaría por disolverse en el firmamento. Tres años de soledad tenían la culpa. A todos nos ha pasado. Dejas de tener un rostro en el que mirar y terminas encontrándote contigo mismo. Entre tanto, matas el tiempo pensando que si el tiempo que si la vida que si hoy está nublado o por qué no una despedida. A Esteban, en concreto, lo que le pasaba era que Lorena era demasiado rara, había dejado de ser una persona para convertirse en gata. Ah, no no, él no pensaba ir en su busca por los tejados. ¡Pues andaba lista si creía que así lo haría!

Cierto era también que, hacía más bien poco, se había imaginado a sí mismo conversando con los felinos -Rallitas, le dijo a uno que caminaba por el canalón, ¿has visto a una gatita negra por los alrededores?-. Decididamente, tenía que dejar de hacerlo o acabaría igual charlando con los macarrones del plato.
Una vida tranquila y sin complicaciones le pareció mejor en ese momento. De todos modos, lo que tuviera que ser sería y dos más dos son cuatro, ya volverá algún día. Una tarde de Abril, cuando las hojas de los árboles se encogen y los pájaros vuelan del nido hacia otras regiones, recordó una antigua canción de cuna que le cantaba su abuela:

Luna- lunera- cascabelera, ¿por qué debajo de mi cama ya no hay hoguera?
Buena pregunta, dijo el Rostro Pálido. No lo sé. Pero, ¿te has dado cuenta de que has encendido la televisión y tienes la radio puesta?

martes, 16 de diciembre de 2008

UN ACENTO OLVIDADO ME HIZO RECORDAR

Aquella mañana me sentía aturdida. No había dormido demasiado y me concentraba más de lo habitual en mi trabajo. Debería estar prohibido madrugar los Viernes y más si el año es bisiesto, que no se sabe nunca por donde sale. De todos modos, me gustaba lo que hacía y eso siempre lo mejora un poco.
En estas profundidades metafísicas me hallaba cuando se abrió la puerta del despacho: Nada nuevo, era Ricardo, que también trabajaba allí conmigo; no es que le entusiasmara la idea, pero entrar y salir se había convertido, en aquella latitud, en una constante. Sin embargo, esta vez me pareció percibir algo diferente. Sería mi imaginación “o será la pintura del techo“, recuerdo que pensé en ese momento, “que de tanto llover habrá decidido hacerse agua“. Así era, me lo temía, aquel cuarto estaba empezando a hundirse y el puño de mis mangas se estaba mojando. No solo eso, las paredes tiritaban de frío, se encogían, inspiraban y espiraban como dos pulmones humanos.
No sabía si él se había dado cuenta, pero para mi no era ninguna tontería, porque igual teníamos que salir nadando y a ver dónde terminábamos. Para quienes no lo sepan, cerca de Chapinería, que era donde estábamos, no hay ninguna isla y de playas, ni hablamos.
Ricardo se había acomodado en su sitio entre tanto y miraba la pantalla del ordenador. El pobre debía de estar harto de tanto papel de archivo informatizado, no lo disimulaba mal del todo. De vez en cuando, aparecía algún nombre curioso (cuanto menos sorprendente) de los perros registrados en mil novecientos cincuenta y cuatro y nos reíamos un rato. En ese momento no debía interesarle demasiado lo que estaba haciendo, se levantó de un salto y me dijo:

Meu nome es Joao. Eu so du Salvador de Bahía. ¿E bosé? ¿Cual es o bosé nome?

La verdad es que este tipo siempre había sido bastante rarito, pero desde luego, aquella vez había logrado captar mi atención. O sea, que había estado hablando todo este tiempo en portugués y no me había enterado … Superaba mis expectativas de diálogo.

Pues no sé- Confesé un poco después.

Hasta ahora, yo siempre había creído en el nombre con el que me llamaba la gente, pero tenía que admitir que las circunstancias habían cambiado. Esta segunda parte no la comenté en voz alta.

¿Cual es o bose nome?- Insistió.

Bufff … No se iba a contentar con un pseudónimo cualquiera, eso estaba claro.

¿Sabes Joao? Crecí en un desierto muy lejano y no logro acordarme ahora del significado.
Ah … o Sahara, o Desierto du Gobi …
De acuerdo- Respondí. O Desierto du Gobi.

Mongolia volvía a mi memoria con la persistencia del recuerdo. El horizonte estaba lejos y las llanuras se extendían a mi paso hasta que se hacía de noche y se marchaban a hurtadillas, fuera del alcance de mi sueño, para charlar a solas con el cielo raso. Al amanecer, no pude evitar sentir cómo un viento inhóspito y reconocible cortaba mi piel. Seguí caminando sin conseguir leer el nombre de los letreros que me encontraba al paso. Intenté en vano localizar algún poblacho solitario y me pregunté quién viviría allí y si de verdad quería saberlo. La Tundra había borrado el rastro de mis huellas.

¿Cómo ha sucedido? Estoy aquí perdida en medio de la estepa y todo son ocres, anaranjados, aguamarinas … ¿Habré llegado?

Finalmente, había pasado por alto un dato poco importante, no ausente de valor. Miré, para cerciorarme, el calendario. Únicamente advertí fechas: dos mil ocho, rezaba la cabecera.
No pude resistir a la tentación. Cogí un lápiz y lo escribí en un papel improvisado:

Malditos sean todos soles que colorean el cielo en Mayo. No podré tenerlo a tiempo. Solo vacío y hueco fuera de mi abrazo.

Antes de que terminara la frase, Joao se había marchado sin despedirse. Ricardo no entendió muy bien de qué le hablaba. Sentenció, no sin ocultar una sonrisa loca, que de todas formas no debía de ser tan simpático si aparecía y desaparecía sin avisar.

Siento la horrible transcripción de esas líneas en portugués, pero juro que es que no se una palabra