"Reflejos 1: CD" (Mir, Rascafría Junio 2010)
Creía haberse vuelto invisible. Desde hace bastante tiempo nadie se detiene a mirarle, ni se fija en él. Mientras camina, piensa que nadie nota su presencia. Acompañado de un gesto bobalicón, pasa al lado de alguna chica, y si no fuera porque creía haberse vuelto invisible, la hubiera rozado con los labios entreabiertos, el de abajo descolgado a pulso. Soy testigo. Expresión centrífuga en el lavado de mi retina. Subo al metro. Sus gafas de pelo blanco se camuflan con el fondo gris. Retal de aguamarina, retal cosido entre retazos de superficie negra que resbala por las paredes sudorosas del vagón. Miradas esquivas, miradas erradas y errantes, erróneas en el testigo. Caso abierto/Caso cerrado. Caso escaso y opuesto pospuesto por las prisas que no atienden a la caída de divisas. Y él, que nunca llega tarde a casa.
Salir a la superficie como un escarabajo, el sol nos ciega a contraluz. Un monumento en el centro, grandes columnas y frisos sostienen el frontón: Trafalgar Square. Suena el teléfono, con las pocas ganas que tengo.
- ¿Dónde estás?
- Acabo de llegar a Trafalgar Square.
- En 20 minutos llego.
Acto seguido, cuelga. Podía esperar, si algo tenía en aquellos días sabáticos, era tiempo.
Apareció precedida por su sombra en el suelo. Levanté la vista del libro y sonrió como sonríe siempre que nos vemos.
- Ya estoy aquí, prima ¿Qué tal te encuentras?
- Bien, yo estoy bien ¿Y tú? ¿No tenías clase hoy?
- De acuerdo, tienes razón, lo admito: debería estar en clase ¿Más tranquila?
Esta vez esboza una sonrisa cómplice y yo imagino por donde van los tiros. Sabía que iba salir "el tema", ese que había estado evitando durante todo este tiempo. Estaba preparada: llevaba preparándose para aquello más de un año. Para mi, era algo inaudito, me parecía increíble si recordaba el escrupuloso silencio que la había acompañado en su esfuerzo. Un esfuerzo que, por fin, había sido recompensado. Con la ayuda de todo el universo- pensé. Y se lo dije, sin más rodeos.
- Mira, esto no puede ser más que obra del universo entero.
Bea se rió con ganas, con una carcajada que permaneció rebotando de pared en pared, como el zumbido de los mosquitos, hasta volver al reencuentro de miradas y baja la cabeza hacia el suelo.
- ¿Qué creías? .... ¿que iba a venirme hasta aquí con los ojos ciegos?
- Un poco miope sí eres- la reprendí.
Estaba resplandeciente. Y cuanto más lo pensaba, más me alegraba por ella. Además, no me preocupaba en absoluto, la conocía lo suficiente como para saber que lo afrontaría con la misma naturalidad que entereza, sin cesar en su empeño ni venirse abajo al primer cambio del viento.
- Por supuesto que no, tonta- asentí.
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