viernes, 16 de julio de 2010

miércoles, 14 de julio de 2010

EN LAS PRÓXIMAS, NO VOTO

A ver, se me ponen los pelos de punta... Ójala, los trabajadores de Metro consigan que la Comunidad de Madrid no se salte (a la torera) su convenio. Para empezar, no son funcionarios, y para seguir lo que pretende Esperanza Aguirre es otra muestra más de la política de externalización de servicios y privatización de los mismos, es decir, además de que los beneficios de tal gestión no revierten de forma directa en los ciudadanos, por otra parte, pretende solventarlos bajando el sueldo de estos empleados. A mi me parece una vergüenza, al igual que las medidas adoptadas por Zapatero para paliar la crisis que, de nuevo, recaen en los más pobres. Me sorprende las reacciones que dicen que debería haber metido mano antes a los funcionarios, eso sí, no a todos, si no sólo a los de la administración. Pues han de saber, que Esperanza Aguirre lleva todos este tiempo externalizando los servicios sanitarios, educativos, pasándose por el forro en Madrid leyes sociales como la Ley de Dependencia (ley gubernamental) y tantas otras .... ¿Por qué tanto odio a los funcionarios de la administración pública? A lo mejor, si no se externalizaran tantas competencias, podrían hacer su trabajo y no sobrarían plazas (como argumentan algunos) si no que seguramente faltarían. Las condiciones de las que disfrutaban hasta hace poco estos trabajadores públicos, que no olvidemos han optado a su puesto de trabajo, ganado una plaza, aprobando unas oposiciones cada vez más difíciles de superar, pues ya en la Comunidad de Madrid casi ni existen desde hace tres años, son buenas condiciones. Eso sí, sus sueldos, no lo olvidemos, no son de espanto. Los llaman intocables, chupopteros ... Y lo único que tienen es aquello que nos gustaría tener a todos: condiciones dignas de trabajo que tampoco son la panacea, si nos fijamos por ejemplo en el sueldo de un auxiliar administrativo. Yo creo, que si la administración pública empezó a caer en una somnolencia eterna, se debe, en gran parte, a que ese trabajo que realizaban y para el que fueron contratados (previa previsión de las plazas) los funcionarios, se externaliza a través de empresas privadas (en las que no estaría mal conocer quién es el gerente, el jefazo, el que finalmente se lo lleva casi todo, porque de todas todas que es un político, y no un funcionario-huelga por lo obvio-, además, no uno cualquiera, si no quizás el primo, tío sobrino si no mujer o marido del que manda en la comunidad). Mucho mejor, claro, que revierta en estos, y no en las arcas del estado.

No se si todo el mundo lo sabe, pero en el Ayuntamiento de Madrid existen ventanillas únicas en las que no trabajan los funcionarios que lo hicieran en su momento, pues han creado a todas luces una empresa privada dentro del Ayuntamiento, eso sí, con fondos de todos y que funciona de puta madre, a estos sí les dieron un ordenador a cada uno, les facilitaron programas especiales, les dieron otro tipo de órdenes de actuación en la gestión de los problemas de los ciudadanos; trasladaron este servicio que antes se llevaba en el ayuntamiento de la Pza. Mayor a otro edificio, y a los funcionarios que antes realizaban estas tareas, los reubicaron, dónde, pues vete tú a saber. Pero lo que yo me pregunto es si no se pueden mejorar los servicios de este modo, desde el propio ayuntamiento, para mejorar la calidad del servicio, mejorando los métodos, desde equipos de trabajo a número de trabajadores, funcionarios. Pues no crean que la cantidad de empleados (de la privada) que trabajan hoy llevando a cabo estas labores son menos y están peor pagados, obviamente no. Entonces, ¿por qué tanta privatización? Pues creo que la respuesta es bantante sencilla: porque los mismos de siempre, no nosotros los curritos de a pie, si no los políticos (que esos si que chupan del frasco) salen ganando, MÁS. Me parece una ingenuidad pensar que ese MÁS va a revertir en sus ciudadanos.

Yo sigo queriendo una buena sanidad pública, al igual que una buena educación PÚBLICA... ¿Si no de qué y cómo va a salir beneficiado el que menos tiene?

¿Por qué siguen sin subir ni un ápice los impuestos sobre los kilómetros de terrenos que tiene la Duquesa de Alba? Que sí, es muy maja ella. Pero seguro, que se las apaña mejor que yo con la subida de los impuestos, al igual que mejor que casi todos los ciudadanos.

No ignoro que mi perspectiva no es muy amplia y carece de verdadera base económica, pero miedo me da que se impugne la ley del aborto, que los que lo hacen mal sean los trabajadores de metro y los funcionarios -que es que se pasan el día comprando en el Corte Inglés-, que la corrupción del PP lleve a Baltasar Garzón ante la justicia... No se, no estoy de acuerdo con esos que opinan que con un cambio en el gobierno, la cosa mejoraría. Creo que seguirían mejorando para el mercado económico, pero no para mi y para los míos, que al fin y al cabo, somos también los que votamos.

Harta de los contratos basura, harta de hoy te contrato mañana si me viene mejor te despido (aprobados, no lo olvidemos por el gobierno de Felipe Gonzalez). Que en esto, como en las mejores familias, todos están de acuerdo.

ME SUBE LA BILIRRUBINA

Y después de noticias como la publicada en la entrada anterior, no puedo más que constatar que: "la roja me la trae floja". Es decir, cómo pueden los políticos españoles que deberían ejercer su trabajo salir diciendo cosas como que por fin la bandera se exhibe con orgullo... que esto supone un avance en contra prejuicios... que ya está bien... BLA BLA BLA. Ya puestos a hablar de prejuicios y banderas, ¿por qué no ponen todos esos mismos ciudadanos la bandera multicolor el día del orgullo gay? Creo que eso sí que hablaría de superación de prejuicios y no la idiotez de exhibir la bandera española con orgullo por el mero hecho de que su equipo de fútbol haya ganado el mundial, ¿qué tipo de prejuicios supera esta bandera? ¿¿¿El de la deportividad nacional??? ¿Cuándo fue esto un prejuicio español? ¿Qué UNIÓN se la juega?

A lo mejor es que soy muy simple, pero: ¿cuántas de estas personas acudirán a la huelga del 29 de Septiembre? A estos efectos cuelgo el siguiente enlace:

Por otra parte, qué triste resulta ver correr a unos toros que imagino (porque es que tengo mucha imaginación cuando pienso en los animales) aterrados ante miles de personas en San Fermín. No sé, de verdad que no entiendo el mapa de prioridades español ni la manera en que los medios de comunicación los promueven y luego, muy consecuentemente, se hacen eco de ellos. Me sube la bilirrubina. En fins.

MANIFIESTO CONTRA LA VISITA DE KAGAME A ESPAÑA (UMOYA)

LA ONU PROMUEVE UNA GRAN FARSA
La ONU elige a Paul Kagame, “el mayor criminal en activo”, junto a Zapatero, al frente de la lucha contra la pobreza, como ejemplo y modelo para el mundo.

El próximo 16 de julio Paul Kagame, presidente de Ruanda, visitará España invitado por José Luis Rodríguez Zapatero, para preparar la cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que tendrá lugar en septiembre de 2010 en la sede de Naciones Unidas (ONU). Zapatero ha sido designado por Ban Ki Moon, Secretario General de la (ONU), presidente del grupo internacional que impulsará el efectivo cumplimiento de los ODM y el copresidente, en representación de los países en desarrollo, será Paul Kagame, actual presidente de Ruanda. Tanto esta designación como la aceptación, invitación y recepción española a Paul Kagame, es una gravísima falta de respeto al pueblo ruandés, al pueblo congoleño, a los españoles asesinados, a la Justicia española, a la paz y estabilidad mundial así como a la propia “institución” de la Organización de Naciones Unidas. Desde los Comités de Solidaridad con África Negra (UMOYA) os pedimos que avaléis la petición de que el presidente Zapatero cancele la visita de Paul Kagame a España, no se reúna con él, escuche a los familiares de los nueve ciudadanos españoles asesinados, colabore con la justicia española, reclame la paz en la Región de los Grandes Lagos y solicite a las Naciones Unidas, como institución garante de la paz y los derechos humanos, que presione al Gobierno ruandés para que cese en su sistemática violación de los derechos humanos y en sus continuas agresiones al Congo, y lo basamos en los siguientes argumentos:

1. Desde que Paul Kagame accedió al mando del grupo militar FPR en 1990 y luego a la presidencia de Ruanda en 1994, el conflicto armado por él promovido ha causado la muerte violenta de 5 millones de congoleños y 2 millones de ruandeses, siendo el conflicto más grave y mortífero tras las dos guerras mundiales... Y lo más grave y sorprendente: estas cifras han pasado desapercibidas para la comunidad internacional y los medios de comunicación.

2. Constatamos que la principal causa generadora de este conflicto es el saqueo por parte de su ejército de los ingentes recursos minerales de la República Democrática del Congo: coltán, casiterita, oro, cobre, diamantes... Tanto directa como indirectamente, a través de grupos armados a los que financia y apoya en beneficio de grandes multinacionales.

3. Así mismo Paul Kagame mandó asesinar a 9 españoles que fueron testigos de masacres realizadas por su ejército sobre población civil indefensa. Amparándose en estas 9 muertes, el Fórum Internacional para la Verdad y la Justicia en el África de los Grandes Lagos, planteó una querella criminal en la Audiencia Nacional contra la cúpula militar ruandesa. El 6 de febrero de 2008, el juez de la Audiencia Nacional D. Fernando Andreu Merelles, emitió órdenes de arresto internacionales contra 40 altos mandos de esta cúpula militar imputándoles los crímenes de genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, entre otros. El cargo de Presidente le confiere a Kagame inmunidad. http://www.umoya.org/images/stories/documentos/querella/auto_procesamiento_militares_ruandeses.pdf

4. Zapatero no se ha dignado entrevistarse con los familiares de los españoles asesinados pero sí parece estar dispuesto a estrechar la mano de Paul Kagame para representar esta gran farsa. Madrid, 7 de julio de 2010.


lunes, 12 de julio de 2010

EL AGUJERO



El sol le cegaba los ojos cuando levantaba la cabeza. Así que terminó por desviarlos hacia el suelo, donde descubrió una roca grande que había sobrevivido a los estragos de la excavadora. Sujetándose en ella, se levantó sintiendo un extraño mareo que no le permitía pensar en nada. Dedujo que había sido sedada, de ahí las nauseas y la visión borrosa.


Permaneció un tiempo agarrada con una mano a la piedra y con la otra apoyada en la pared, y cuando se recuperó un poco, examinó el habitáculo que la acorralaba, con sus paredes circulares, como los indios rodean la hoguera. No debía de tener más de tres metros cuadrados y la tierra era seca, áspera y gruesa. Aquí y allá, diseminados por el suelo, había pequeños montículos de arena más fina que habían resbalado entre las viejas fauces metálicas manipuladas desde la cabina. Resultaba aterrador comprobar que se encontraba situada en el final que cerraba aquella especie de tubería, unos seis metros más abajo de la superficie.


El sol había abandonado su cenit y una de las paredes lo tapaba creando una zona en sombra donde se resguardaba. Aún así, el aire era también caliente y se pegaba a su cuerpo como una bolsa de plástico, quemándole la piel y dificultando la respiración. Abandonada a la suerte de los animales salvajes, durante quién sabe cuántos días más, intentaba alejar los malos pensamientos y concentrarse sólo en el método que llevaría a cabo para escapar de aquel agujero.


Era totalmente imposible escalar la altura de los muros con la única ayuda de sus manos y piernas, y llegó a la conclusión de que la otra alternativa que le quedaba le costaría demasiado tiempo y esfuerzo, durante el cual perdería el estado físico y mental que todavía conservaba. Lo que pensó exactamente fue un túnel lo suficientemente estrecho como para caber por él, que poco a poco se iba elevando hacia el exterior. Una gruta artificial que quizás le salvaría la vida.


Empezó a arañar la pared y comprobó que la tierra no era demasiado compacta, que tras incidir en el mismo sitio, la arenisca cedía a la fuerza de sus manos. Al cabo de un rato, empezaba a oscurecer. Sin otra noción de tiempo, se sentó a descansar, y juró en mitad del desierto que cuando saliera se compraría un reloj suizo, pero por el momento tendría que conformarse con esperar a que amaneciera para volver a hacer acopio de todas sus fuerzas y continuar excavando sobre aquella grieta del tamaño de un ratón de campo.


Justo antes de quedarse dormida, pensó en la ayuda de un personaje televisivo que usaba chicles, horquillas y que convertía cualquier utensilio doméstico en arma de vital importancia en la escapada. Llegaron las lágrimas como dos surcos negros en la arena de su cara, pulida por el sudor, hasta que fue derrotada por el sueño.


Amaneció con una sensación de pesadez propia del que ha dormido profundamente y se ha despertado con el alma en vilo. Desubicada, comprobó con horror la certeza de la pesadilla que sonaba hambrienta en sus tripas y desafiando las leyes de la lógica, levantó las piernas hasta apoyarlas contra la pared, elevando también los ojos hacia lo alto para ver con decepción que sobre sus pies seguía extendiéndose la verticalidad del muro. Permaneció en aquella extraña posición, sujetando el peso del cuerpo sobre los brazos y la cabeza, pensando en gitanos, en tribus africanas, en un boomerang en su camino de regreso, en los nidos de las cigüeñas, en un ventilador girando en el techo, en la lavadora de su casa, en una bola de helado... Helado que no dejaría que se derritiera...


Estaba delirando, pero como no se daba cuenta, tampoco se asustó ante la idea de enloquecer. El helado estaba riquísimo. Y le dio las gracias al vendedor del carrito ambulante ¡Gracias! Gritó colocando las manos a ambos lados de la boca, después de desplomarse sobre el suelo. Pero nadie contestó excepto el eco, seco y corto, que desapareció para dejar paso a otro sonido que se acerca: el ruido de unos neumáticos, el peso muerto de un cuerpo arrastrado, la puerta trasera de un coche que se cierra, unos pasos.


El Cartel se había encargado de mantenerla el tiempo suficiente alejada. El motivo era tan simple como que era considerada un objeto utilitario, una pieza más del engranaje que consolida día a día, el sistema de jerarquías de los grupos de narcotráfico. Estaba recuperando la lucidez y rápidamente entendió el alcance de su situación: probablemente se encontraba en algún lugar perdido de Sonora. Se secó el sudor de la frente con las manos y se tapó la boca ella misma, para no gritar.

TODO EL MUNDO QUIERE IR A JAPÓN


- ¿Cuántas monedas necesito?

- Sólo cuatro.

- ¿No serán pocas?

- Serán suficientes.


Sobre los largos salientes del tejado, la lluvia se acumulaba formando grandes charcos que se dejaban caer luego hasta el suelo en exquisitas cascadas. El paisaje exterior, velado por los antiguos flecos de la ancestral cortina de agua, era incesante objeto de estudio que Akari observaba, detenida en el banco de madera. El viejo cráter del volcán se erguía majestuoso tras la neblina de la mañana como un gigante impávido se crece ante los azotes de los últimos vientos fríos de Marzo.


Minutos después, la joven Akari se montaba en la embarcación que la llevaría hasta Oirase, donde cogería un tren hasta Aomori. Se despedía del anciano Kyosuke con un cortés gesto de cabeza que él le había enseñado, a la vez que juntaba las palmas de ambas manos.


En el camino, dejándose llevar por el constante chapoteo de los remos sobre el curso del río, pensaba en los cerezos de Tokio, que muy pronto florecerían, y en la llegada de los excursionistas hasta la parte Norte de la región, donde nadarían entre las fauces del famoso Lago Towada.


Dejó amarrada la embarcación en la orilla, desprendiéndose de ella en un rito que simbolizaba una separación mayor, la de Akari con el río. Durante meses se había sentado allí, junto a él, y le había ido contando, junto al rítmico discurrir de sus aguas, todas las penas que su corazón albergaba. Le explicó con todo tipo de detalle, lo que un inesperado golpe puede suponer en una vida temprana y cómo, desde que había sucedido aquello, parecían contener sus pulmones un pesado saco de cemento que no dejaba entrar ni salir el aire fresco.


Los días transcurrían y al igual que los hindúes se sentían purificados después de haberse bañado en el sagrado Ganges, Akari sentía que Amaterasu ("deidad que ilumina el cielo"), que nació de las manchas que Inazagi lavó en el río, se llevaba sus palabras heridas hacia el mar, donde ya no serían nada más que eso, palabras rotas que se pierden en su lamento para desaparecer después.


Dos días antes de sus partida, creyó entender que la "diosa ilustre" la bendecía. El río le devolvió su sonrisa; estaba hecha con los miles de reflejos de sus escamas de plata, bailando al son de un caudal que crecía y crecía y que hacía penetrar la luz del sol desde lo alto del cielo en la cara lavada de su nuevo rostro. Decidió que había llegado el momento de irse. Y así se lo comunicó a su benefactor.


De pronto, escuchó el llanto de un niño que provenía del mismo margen del río en el que ella estaba, y al desviar la cabeza hacía el sonido, descubrió un establecimiento al aire libre. Oirase: Por fin había arribado. El bebé que lloraba estaba a escasos metros suyos, sentado sobre las rodillas de su madre, reclamaba el yakionigir (bolitas de arroz tostado) que ella se llevaba a la boca con fruición. Ummm... El olor de la comida hizo que caminara unos pasos hacia el restaurante, alejándose, ya casi sin darse cuenta, de la naturaleza silenciosa de la que venía.


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Los campos estaban preparados para el cultivo. Hacía más de dos décadas, desde que los agricultores de Inakadate habían convertido la siembra de arroz en un arte paisajístico. Año tras año, al terminar las lluvias y comenzar la primavera, los campesinos elegían con precisión, la disposición en la que plantarían las distintas variedades de semillas para crear unos dibujos de extensiones considerables, magníficas.


Una de las hijas Tanaka, llamada Haru, había informado a Akari de que este año no volverían a recrear el monte Iwaki y de que a ellas dos les había tocado plantar el arroz Kodamai. Haru parecía entusiasmada con la idea de plantar "el arroz morado y amarillo, y no el verde, típico de la región". Es el más bonito, ya verás. Había concluido.


Para poder ver el resultado de todo aquello, tendrían que pasar cuatro meses más. Akari lo sabía e intentaba no impacientarse por el futuro. Las cuatro monedas que Kyosuke le había dado, fueron suficientes. Apenas gastó una de ellas en los billetes de tren y el señor Tanaka aceptó de buen agrado las tres restantes.


Al amanecer, todos se pusieron las botas de goma y salieron al campo. Las parcelas inundadas les esperaban fuera y, a simple vista, no parecía que el nivel del agua alcanzara medio metro. Aún así, Akari se sintió mayor al recordar que ese año había crecido 20 cm. "El viejo Kyosuke", pues así era como le llamaba, había ido trazando todos los meses sus avances con una tiza, y en aquel mismo instante, evocó la imagen perfecta de la última marca blanca en la pared; de tal modo que le embriagó una extraña sensación de autosuficiencia, que unida a la añoranza que sentía por su amigo, se tornó rápidamente en melancolía. Mientras, a mano, asentaba en la tierra empapada, una a una las semillas.


El sol se empezaba a asomar tras la cumbre del castillo y todos los niños corrieron hacia el torreón concentrando cada vez más, la mirada en lo alto. Subieron las escaleras de tres en tres y al encontrarse con el cielo abierto, Akari cerró los ojos. Sin saber por qué, sus ojos se resistían tras la penumbra de sus párpados, como en el interior de una cueva oscura, sellada por una enorme piedra. Quizás todo el esfuerzo del trabajo hubiera sido en vano, pero Akari tenía que cerciorarse de que el terremoto había quedado atrás. Que el paisaje que encontraría al salir de su oscuridad, no sería la viva imagen de la desolación que rasgó en dos la tela invisible de la mañana que siguió al Tsunami.

- Este año hemos dibujado al guerrero Sengoku montado a caballo- le susurró Haru al oído.

- ¿Y ves aquel haz de luz que llega del horizonte? Continúo para animar a su amiga.


Entonces, una certeza invisible atravesó como un rayo el espejo de sus pupilas que se abrió. Comprobó que amanecía, y que Sengoku montaba su caballo justo después de ver danzar a Uzume como brisa que ondula los campos.

lunes, 5 de julio de 2010

ISMAEL Y AGAR

Quizás el polvo que todo lo cubre
se descubra
bajo tus trazos inciertos
y la claridad continúe
difuminada la arena
en nuestro hogar.

Abramos las contraventanas azules
la niña espera
Sabina, desde su tumba
destapa el cálido monzón
la ondulación
dunas desérticas.

Hallamos el movimiento desconocido
de las alfombras voladoras.

Buscamos
un tesoro escondido
la llave
abre todas las puertas
descubre tu fragilidad
fiero rostro de barro seco.

La casa Roja del té
se parece demasiado a la Tierra Prometida,
Ismael.

viernes, 2 de julio de 2010

DEPARTURES 4: DESDE "EPPING FOREST"


"Un corazón es un corazón" (Mir, Verano 2010)

Un día se me ocurrió un nuevo plan. Consistía en imaginar que nada de lo que existía a mi alrededor era real. Imaginaba así que todo estaba dotado por principio, de una dualidad que más allá de inquietarme, lograba calmarme. Desde entonces, siempre había pensado que, sobre todo, en una gran ciudad, este ejercicio era altamente recomendable. Sin embargo, ahora que me hallaba en una de las ciudades más cosmopolitas y extensas del continente, todas las circunvalaciones de la vida se descubrían ineludiblemente auténticas. La existencia se revelaba contra mi teoría con la contundencia de un bajo de jazz.

Quizás fuera porque ahora que había crecido, había aprendido a saber ver. Recuerdo que cierto día, tiempo atrás, decidí dar un paseo por las afueras de Madrid. Me refiero a la apertura de esos límites urbanísticos que dejan paso al esplendor de la naturaleza. Me detuve junto a un embalse. Entonces me di cuenta de que el paisaje no admitía la veladura del sueño, de la irrealidad que seguiría instalada allí, lejos por el momento, en las calles de la ciudad.

En aquella etapa de mi vida, cada mañana al levantarme, sentía el peso de las obligaciones como un lastre que si quisiera, podría anclarme a las patas de la cama. Como consecuencia, tardaba más de media hora en levantarme. Mi vida era correcta, no había "altos" ni "bajos" pero estaba dominada por el rápido cumplimiento de los deberes que se me atribuían. Tenía entonces diecinueve años. Jamás me salía de los parámetros de la responsabilidad, nunca atravesé la delgada línea que me separaba de lo imprevisible, esa aleatoriedad que hubiera podido derivarse de la ruptura con mis tareas cotidianas. Sin embargo, aquella situación se manifestaba al mismo tiempo, la más circunstancial de las situaciones. Se diría que yo quedaba sepultada bajo su peso. Ninguna lágrima superflua, ninguna risa a destiempo. Hasta que un día me desperté más rápido: mi mejor amiga estaba en el hospital.

Estuvo varios días en coma y nos dimos cuenta de que podía no despertar. Una mañana de domingo, estando su padre junto a ella, Amalia respiró. Volvía con nosotros, los vivos, dejando tras de sí un suspiro que pareció congelar por un instante las paredes de la habitación. Aquel instante de muerte vino a instalarse en la espina dorsal de mi espalda, después de recorrerla de arriba a abajo como un rayo exterminador.

Aquel día, el orden habitual de las cosas también se vino abajo; resultó ser tan incierto como la vida, que podía dejar de latir en cualquier momento. Dejé la carrera de Filología Inglesa y empecé a estudiar Enfermería. Pensé que si conseguía curar el corazón de la gente enferma, podría revertir el curso de los días y aquel antiguo orden de las cosas, volvería.

Los mareos que había experimentado al mirar el paisaje me supieron reconocer, y si la naturaleza se revelaba tan extáticamente bella como incesantemente cambiante, la mía era la viva imagen de la inestabilidad de los truenos que hacían retumbar la paredes de mi cuarto infantil por las noches. Eso fue lo único que permaneció del antiguo orden. El vértigo del paisaje, cierta movilidad causal que no da lugar a una controlada consecuencia. La naturaleza cruel que más allá de lo cognoscible, era pura percepción. Tan solo mis sentidos podían dar rienda suelta a su imaginación, que lejos de la razón que ordena los hechos y los dota de sentido, los hacía aparecer en su lado más siniestro.

jueves, 1 de julio de 2010

DEPARTURES 3: PUNTO DE ENCUENTRO


"Reflejos 1: CD" (Mir, Rascafría Junio 2010)

Creía haberse vuelto invisible. Desde hace bastante tiempo nadie se detiene a mirarle, ni se fija en él. Mientras camina, piensa que nadie nota su presencia. Acompañado de un gesto bobalicón, pasa al lado de alguna chica, y si no fuera porque creía haberse vuelto invisible, la hubiera rozado con los labios entreabiertos, el de abajo descolgado a pulso. Soy testigo. Expresión centrífuga en el lavado de mi retina. Subo al metro. Sus gafas de pelo blanco se camuflan con el fondo gris. Retal de aguamarina, retal cosido entre retazos de superficie negra que resbala por las paredes sudorosas del vagón. Miradas esquivas, miradas erradas y errantes, erróneas en el testigo. Caso abierto/Caso cerrado. Caso escaso y opuesto pospuesto por las prisas que no atienden a la caída de divisas. Y él, que nunca llega tarde a casa.

Salir a la superficie como un escarabajo, el sol nos ciega a contraluz. Un monumento en el centro, grandes columnas y frisos sostienen el frontón: Trafalgar Square. Suena el teléfono, con las pocas ganas que tengo.

- ¿Dónde estás?
- Acabo de llegar a Trafalgar Square.
- En 20 minutos llego.

Acto seguido, cuelga. Podía esperar, si algo tenía en aquellos días sabáticos, era tiempo.

Apareció precedida por su sombra en el suelo. Levanté la vista del libro y sonrió como sonríe siempre que nos vemos.

- Ya estoy aquí, prima ¿Qué tal te encuentras?
- Bien, yo estoy bien ¿Y tú? ¿No tenías clase hoy?
- De acuerdo, tienes razón, lo admito: debería estar en clase ¿Más tranquila?

Esta vez esboza una sonrisa cómplice y yo imagino por donde van los tiros. Sabía que iba salir "el tema", ese que había estado evitando durante todo este tiempo. Estaba preparada: llevaba preparándose para aquello más de un año. Para mi, era algo inaudito, me parecía increíble si recordaba el escrupuloso silencio que la había acompañado en su esfuerzo. Un esfuerzo que, por fin, había sido recompensado. Con la ayuda de todo el universo- pensé. Y se lo dije, sin más rodeos.

- Mira, esto no puede ser más que obra del universo entero.

Bea se rió con ganas, con una carcajada que permaneció rebotando de pared en pared, como el zumbido de los mosquitos, hasta volver al reencuentro de miradas y baja la cabeza hacia el suelo.

- ¿Qué creías? .... ¿que iba a venirme hasta aquí con los ojos ciegos?
- Un poco miope sí eres- la reprendí.

Estaba resplandeciente. Y cuanto más lo pensaba, más me alegraba por ella. Además, no me preocupaba en absoluto, la conocía lo suficiente como para saber que lo afrontaría con la misma naturalidad que entereza, sin cesar en su empeño ni venirse abajo al primer cambio del viento.

- Por supuesto que no, tonta- asentí.