martes, 29 de diciembre de 2009

CAMPANA SOBRE CAMPANA Y SOBRE CAMPANA, UNA




Y hoy que no deja de llover... Me apetecería estar en una pradera de verde hierba, secada por el sol radiante esta humedad: extender las piernas boca arriba, cerrar los ojos y soñar despierta con el cálido astro como si estuviese en mi interior mientras todo lo demás se llena de una paz esplendorosa y extensa.

Ven.

En las bestias, el largo aullido de la noche
aletargado en las cabernas

brota

mas después cesa
y parece no haber existido jamás.

martes, 15 de diciembre de 2009

ĜIS !



Te has fijado en la banderita???

http://techlosofy.com/ll-zamenhof/


Si los aires son gélidos

tus besos serán como estalactitas.

(Anónimo)


*Poner la entonación adecuada, es decir, la que cada uno quiera.

domingo, 13 de diciembre de 2009

sábado, 12 de diciembre de 2009

CADA VEZ MÁS POBRES


"Más allá de los volcanes" (Mir, Vitoria-Gasteiz 2009)

Sería todo más fácil si lo hiciera
pero yo no creo en Dios.

Sería más sencillo subir las escaleras si lo hiciera
pero ya no creo en vos.

Todo cambiaría como nunca lo ha hecho antes
bajar las escaleras y salir
cuatro meses y seis días encerrados
mirando películas de acción.

Creo que todo lo que ha pasado ha sido culpa mía
aunque yo no creo que ... ¿Hace falta seguir mirando a través?

I. Cariño, tengo preparadas las maletas
he comprado un billete de avión, me marcho lejos
donde nadie sepa de nosotros.

Todavía no tengo del todo claro porqué lo hago
son las lunas y los soles colgados de ese freno
las que me empujan a coger ese vuelo.

II. Ayer conocí a alguien que dice conocerte.
Es un hombre muy delgado que fuma en pipa y bebe chinchón,
me contó que os llevabais muy bien cuando vivías en este lago.

Estuve tomando café con él y dice que le gustaría volver a verte,
hablar de los viejos tiempos,
pero añadió después que eso ya ha pasado.

No lo he entendido
nunca me contaste que habías vivido en Canadá.

Me habló también de otro viejo amigo vuestro, un tal Tomás.
Me pasaré por su tienda en la calle Oeste esta misma tarde.

III. Estoy subida en una de sus alfombras
vuelvo a casa cantando los días y las noches
haciéndome preguntas tontas que ahora no consigo recordar.

Estoy impaciente por llegar y que me cuentes que has estado haciendo
cuántas noches has salido, a quién has conocido durante todo este tiempo.

Se que te veré cambiado, yo tampoco soy la misma.
No he dejado de fumar.

IV. Una noche, estando en Quebec, soñé contigo:
estabas sentado tejiendo una alfombra muy larga
llenando la ventana de estrellas amarillas con sabor a limón.

Eras feliz. No pude evitar llorar,
pero en este caso no era lo mismo
porque lloraba de felicidad por ti
sabiendo que no necesitabas volver a recordar
todo aquello que, como dijo tu amigo,
ha pasado ya.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA LUNA DEVUELVE TU CALOR



Cada noche abríamos de par en par las puertas del balcón. Nos sentábamos allí como dos gatos callejeros a mirar la luna bajo las estrellas y nos entreteníamos contando todos sus lunares, buscando los cráteres que surcan su pálido rostro llenos de oscura profundidad. Dibujábamos sobrenaturales rasgos suyos sobre el papel de la pared.
 
De vez en cuando, nos dábamos la vuelta para recordar la habitación que se había vuelto magia blanquecina, somnolienta vanidad. Porque los objetos descansan cuando duermen y vibran tocados por la luz lunar. El sol ronroneaba dormido y sólo quedaba aquel reflejo de su resplandor. 

Unicamente unas palabras tuyas me sacaron de aquella ensoñación. Prefiero la luna- dijiste, ahora te recuerdo, siempre has estado a mi lado, junto a estos rayos de luna azul.

Sí, llegamos a la luna. Cada gesto escondido tras un velo de nube se cruzaba en su camino y eran pequeños lunares en nuestra sopa de lluvia. Todas esas resbaladizas motitas de pasta cayendo entre el caldo en nuestro plato ... ¿Las contaste? 

Por un instante creí que no, que contar había dejado de ser eso. Creí que lo de menos había sido querernos, que no haber conseguido continuar había sido lo de más. Prometo no volver a hacer más preguntas, prometo no volverte a preguntar: ¿Es eso la luna?

jueves, 3 de diciembre de 2009

LA MUJER, EL HOMBRE Y EL PÁJARO

Hubo un tiempo (porque siempre hay un tiempo) en que el mundo de los cuentos andaba patas arriba. Sucedió entonces que todos los colores del espectro lumínico que habían ido acumulándose en cada centímetro de tierra sobre la que habían posado los pasos todos esos personajes de ficción magníficos, como una mariposa blanca que se multiplica en cada agitar de sus alas, se reflejaron con el mismo fulgor con el que habían vivido todas esas breves e intensas vidas de niño-recién-nacido en cada palabra que extiende sus brazos hacia la siguiente coma, hacia el siguiente punto y seguido, en toda exclamación.
 
El cielo se tiñó con el azul marino, el amarillo del membrillo, la blancura nevada de las cumbres heladas por el frío. Y todos los colores fueron Uno. Dicen que Uno no es solo Uno, que si no coges la manzana que madura con el sol del verano solo ves al tigre y al cocodrilo debajo. 

En ese cuento hay un niño, que era un niño-pájaro, y habían un hombre que recordaba las hojitas de abedul y una mujer cascada que era de algodón mullido como un fruto carnoso que se quiere morder impaciente mientras el hombre-árbol piensa en otra cosa que es extender de ramas hacia lugares más altos como el cielo azul.

Parece una bella historia, y lo es. El niño pájaro quería echar raíces como su papá el abedul-hombre-abedul en un prado lejano de colinas ondulas que le recordaban la calidez mullida de su madre-fruto-algodón. Sobre sus cabezas, los colores celestiales se juntaban tanto que terminaron delimitándose entre formas geométricas que formaban un puzzle de dimensiones tan extensas como inescrutables hasta terminar solapadas en asterisco lejos de la amabilidad de un contorno de nubes redondeadas.

Duras heladas hechas de grueso granizo cayeron sobre las copas robustas de sus troncos menos el suyo, fino tronco de hilo-pestaña. Lejos de Niño-Pájaro estaba todavía el suelo surcado de pasos de colores fugitivos escapados de las chispas  que en la fragua forjó el herrero curtido. ¿Por qué un niño-pájaro mira hacia el cielo? ¿Por qué sólo el tonto mira el dedo que señala? Joven pájaro-niño quiere volar y cielo no devuelve los colores del cielo. ¿Por qué será que el cielo del niño-pájaro refleja los colores de la tierra en la que creció? El cielo solo debería ser cielo para volar-, pensaba él.

Niño-Pájaro creció y conoció a un artista al que llamaban Kandisky y le mostró una pintura que rozaba apenas un dolor. En él, las montañas eran cielo y cielo era poco lo demás.
 
- Puede que el espacio vacío nos indique su posición- le dijo un día. 

El niño no acertaba a entender cómo si todo en medio estaba vacío, lo de alrededor podía ser. 

- Puede -dijo él, que los pájaros no aprendan a volar entre un surco vacío. Arriba y abajo está todo lleno, fíjate -continuó. Es del todo poco probable que el cielo pueda reflejar nada, el sol ilumina en lo alto sobre etéreas nubes transparentes de algodón. A través de ellas se filtra su calor que inmoviliza los árboles de la llanura, los colores del espectro se fraccionan en dulces rayos multicolores cuando chocan contra aquellos para volver. Pero el cielo continúa despejado, así es su figura ... Un niño-pájaro puede volar sobre aquella, si no vuelve la mirada sobre él.

Y esto fue lo que pájaro-niño-pájaro le contestó a Kandinsky el pintor abstracto.


miércoles, 2 de diciembre de 2009

MIR O EL VIAJE A PEKÍN

Hace días que no leo, no puedo dejar de escribir… en esto que parece una página en blanco. Todo se vuelve gris y no quiero todavía saber cómo haré para salir o decidir. Quedan muchos días para llegar.

Cogí tu mano y un abrigo que resultó ser poco más de lo que necesitaba, y sólo ese momento en el que todo parece confluir podrá recordarnos en este sitio, donde hemos vivido… Cuatro años ya: si Yo no soy Stiller, si tú no eres quién dices ser, todo será distinto, ya ni me acuerdo de lo que quise ser.

Aprender lo que no está dicho, lo que está por venir es como ir a ver al especialista y pedirle que te eche el tarot. Los días, simplemente, rozan nuestras almas y casi caminan por nuestras venas, están entrando al corazón.