viernes, 18 de junio de 2010

YO TAMBIÉN


"Nos vamos a Tanger" (Tommy, Navidades 2008-09)

Íbamos montados en un tren. Era un vagón de metro. Nos dirigíamos hacia el sur, a un barrio obrero. De repente, recordaba mientras surcábamos el túnel que justo antes de subirnos, busqué el rostro del conductor, pero el reflejo de las luces artificiales del subterráneo, sólo dejaron intuir los rasgos de un hombre de pelo largo, lo llevaba recogido con coleta, y de mediana edad.

El ruido ensordecedor de los railes chocando contra el eco devuelto por las angostas paredes, rebotaba en mi cuerpo, justo después de saltar levemente sobre el asiento. Unos frente a los otros, de cinco en cinco o de tres en tres; parecía que el ruido ensordecedor silenciara cualquier encuentro dentro: la mera forma de desplazarnos convertida en señal de "está usted en el metro de Madrid informa... que con motivo de las obras... En ese preciso instante dejé de escuchar la voz enlatada de los altavoces, tan pequeños sus agujeros como su capacidad de acción, y apreté el botón de los auriculares, sonaban The Doors - The soft parade has now begun, listen the engines hum!-. Imaginé los engranajes de una maquinaria y la llegada indeterminada de los circenses juegos de un grandullón forzudo y un menudo saltimbanqui malavarista -la ilustración de la portada, supongo-. A veces omito la información superflua, que a mi me sobra, pero quizás por eso, no se entiende.

Íbamos montados en un tren. De repente, paró en seco y nos anunciaron por los altavoces: Desalojen este tren; Fín del trayecto.

Las puertas se abrieron y no sabíamos dónde estábamos ni hacia dónde daban. Pero había que salir del vagón y el conductor se reía con cierto aire de familia Whitman. Nos anunciaba que él, no sabía hacia dónde nos llevaba. Era como un Dios de esos que dibujó y pintó y esculpió Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, y yo pensé: He de creer en sus palabras. Y bajé del vagón de metro.


Escritor de Libros de Bolsillo- The Beatles

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