lunes, 5 de enero de 2009

TÚ SÓLO SÁLVATE

Cuando los quejidos de la muerte vienen acechando la vida como un león famélico, un día, seguro, deseas no haberte levantado esa mañana. Los lamentos hacen de tu cabeza su cobijo y el corazón ni parpadea no vaya a ser que lo escuchen y aten de una soga su latido. Son muy viejos los gemidos, no tú.

Las personas en otro tiempo tuvieron manos y rostro y te llamaron amigo. Hoy fantasmas que encadenan a su muerte tu silueta intentan acercarse poco a poco hasta la casa cuando creen que no les ven. Llevan una billetera repleta de cheques al portador en los que aparece tu nombre escrito en un dialecto indescifrable con letras transversales … A rezar a Dios y a rogar por las almas. Algunas noches te asustan en los espejos y yo me persignaría si un gesto tuyo pudiera rozar su dolor.
- Parece que hoy están de buen humor, me dices.
- Parece que más allá lo han perdido.

Mucho después sonó el teléfono, era demasiado tarde para no darte la razón, que nadie podría hacerlo si no lo conseguías tú. Algunos contaban no te salves y les imaginé buscando mientras, intranquilos, algo en una chaqueta improvisada. Pero soy muy mal pensada y un ataque de prisa hizo que me parase en seco, no pude esconder la tristeza. Aquello que más querías te llevaría de la mano a la tumba y sellaría el ataúd con un azote tan suave que ni tan siquiera tú lo notarías. Nada habría sido en vano, ni las lágrimas ni el horror que se me colaba por las rendijas de la conversación en que prendías tu sonrisa a la solapa.