jueves, 27 de mayo de 2010
martes, 25 de mayo de 2010
lunes, 24 de mayo de 2010
LOS MALOS SUEÑOS
SILENCIO
martes, 18 de mayo de 2010
PROFUNDO
"Rosa de Cumpleaños" (Mir, Mayo 2010)
jueves, 13 de mayo de 2010
FECHA DE CADUCIDAD
"¿Margaritas?" (Mir, Pico de la Miel 2010)
Miré la fecha de caducidad del envase de plástico plateado. Cualquier otro hubiera pensado al instante en un astronauta diminuto flotando en las inmensidades ingrávidas de un microcosmos de palomitas de maíz sin hacer. Pero yo no. Confié mi suerte a los Rayos de Sol y abrí la llave del gas. Encendí un mechero y acerqué la llama a los pequeños conductos por los que se escapa siempre el gas haciendo ese típico sonido fugaz. Entonces, bien untada la sartén de mantequilla, la puse sobre el fuego y esparcí el contenido del envase dentro. La pepitas amarillas empezaron a esponjarse, convirtiéndose en pequeñas y carnosas flores blancas sin raíz. Me olvidé muy pronto de la fecha caducada del envase.
ICEBERG
Intentas, lo intentas... Ver también el lado bueno, la parte oculta del iceberg que yace sumergida en las profundidades del Océano Pacífico de tus mares. Siete noches y ocho días en los que tus manos no se han separado ni un momento de las mías. En este momento, soy yo la que piensa el trozo de iceberg hundido, que yace en el fondo submarino. Rimando dicen no, rima no. Y a mi no me importa si la realidad soporta o no la sumisión de mis pasos continuados y escondidos por el asfalto, la parte recóndita del mar vacío -apaciguado de furia, submarino- ¿Es paradójico, o no? Que los árboles pierdan sus hojas para dar frutos es bien sabido. Son distintos los momentos que ya se han ido. No a la lucha, ni a la guerra cuando pudimos dejarlo todo e irnos. Pero cuánto nos costaba decir hasta luego, tal vez mañana. Dejarlo morir.
EL VIENTO Y LA ARENA
Estábamos tumbados en la cama, como el viento y la arena; pensé el mar de una playa en la que nunca habíamos estado. Sentía el latido de pequeños corazones en el fondo del mar, peces de colores. Recordé el viaje en avión de Eduardo, sobre aquellas alas abiertas, susurrando un corazón para Silvia. Imaginé unos abetos en Otoños cercados -no se por qué- perdiendo el hilo de la conversación. Y sus manos eran como el viento, sobre mi piel de arena.
EL ESPEJO
Yo sabía que la estaba importunando de nuevo con el tema, pero tenía que hacerlo. Aquel sueño, se que prefieres olvidarlo. Continúe tan despacio como pude. Tú estabas en aquella tienda del centro comercial. Esperabas a que yo saliera de los probadores cuando, de pronto, entró aquella otra pareja y te saludó como si te conociera. Lo que quería preguntarte es lo siguiente: ¿de verdad sigues sin poder verles las caras?
martes, 4 de mayo de 2010
SALE EL SOL
Al revés (Enrique Vila-Matas, Babelia 17/04/10).
No es lo mismo estar solo que sentirse solo. Yo ya no me siento sola, y no es que antes lo estuviera "de verdad".
Pero ahora, cuando salgo a la calle y las ruedas de los coches vuelven a girar entre palabras amables de algún transeúnte, que se cruza casualmente en mi camino, vuelvo a sonreír.
Puedo hacerlo. Porque ya no duelen los gestos ni las miradas. Vuelvo a ser otra neurótica más en este mundo de neuróticos empecinados y empedernidos. Y lo que es más importante, por lo menos para mi: vuelvo a ser Yo.
Sonreír no duele. Ver, dejar que el mundo entre otra vez por la retina y el oído, no hace mal. Cualquier día, bajo a la calle y me encuentro con la gente, y los abrazos no son sólo una mirada, son sus voces. Charlamos.
Entonces, uno no puede dejar de pensar en esos otros amigos y amigas que no lo consiguieron. Uno se sabe al borde del abismo un día más, pero sabe que éste es otro abismo diferente y conocido, ese que nos giró un día sin quererlo y que terminó ante un abismo tan real como el de la propia muerte, la muerte de nuestra identidad. Es como perderlo todo, perderse a uno mismo.
Y un día despiertas de todo aquello y lo sabes. Eso te confunde, y vuelves a sentir miedo (porque el miedo, ese ambiguo enemigo, es libre). Ese miedo irracional que nos enfrenta y nos aleja temporalmente de lo temido. Y sabes que es verdad, porque ya ha pasado antes. Pero te extraña la certeza de la realidad, que se mezcla en oleadas de pesimismo con un pasado tan doloroso como el no vivir en uno mismo. Se parece demasiado, estar vivo se parece demasiado a la cara infructífera de su reverso.
Es difícil explicárselo a alguien que no lo ha vivido. Y sabemos que no es necesario que lo entiendan, ni pedir permiso. Pero uno se siente demasiado afortunado y agradecido con todos los que le ayudaron en ese camino, y se entristece a la vez, al saber de tantos otros que no lo han conseguido. Y cierta necesidad con nuestra propia historia, aflora. Para entender, para dejar atrás... Hace que te pongas a teclear las letras, también por avivar ese acercamiento indeciso.
Extraña no haberse dado cuenta antes de lo ajeno e incierto de nuestra existencia. Y suena un poco casi a moralina. Pero la imposibilidad que posibilita estar aquí, ahora, escribiendo esto, tiene algo de ajena y distante, bastante de hielo y frialdad.
Imposible culparse por estar vivo. Ya falta poco para que salga el sol que libere del yugo de la esclavitud a nuestra mente, pájaro-mente, imaginación que se agita en el interior dormido de un corazón.