domingo, 14 de febrero de 2010

LA HISTORIA MÁS LARGA DEL MUNDO (RESUMIENDO MUCHO)



¿Quién es Heráclito el pingüino?
Heráclito el pingüino llora, mañana se apunta a yoga.

-Yo que quería bailar danza oriental... y seguro que termino bailando tregua catala espera. Piensa el pingüino Heráclito, y llora.

Pues se da el caso que yo iba por aquí y por allá, buscando mi nueva casa cuando una manada de osos polares aparecieron; y se llevaron toda la comida, se comieron a mis amigos, ¿sabe usted? Luego vino el deshielo, claro, y también se llevó los trocitos de glaciares en los que queríamos construir nuestras casas los pingüinos.

-¿A la deriva?
-No, no, no eran icebergs, cazurro usted. Lo que pasa es que había pájaros y cielos con estrellas por la noche y nos podíamos bañar dos veces en el mismo río.
-Pero usted se llama Heráclito...
-Sí, y mañana navidad...¿pero?
-Pues que uno no puede bañarse dos veces en el mismo río.
-Mira que interesante...
-Lo dijo usted.
-Ah no, ese debió ser mi hermano mellizo, el pingüino don Gabino. Hace tiempo que no nos vemos, vive en Alaska y allí sí que hay ríos, y bosques. Aquí en el polo norte sólo hay océano y mares, como usted puede observar. Pero nosotros, a veces, los llamamos ríos.

Disculpe, señora tortuga, me parece que decía usted...
-... Eterno retorno...
-¡Oiga, no farfulle! Que es de mala educación.
-Lo siento, no me acostumbro a hablar en voz alta. ¿Qué llevas en esa mochila?
-Se ha fijado... ¿Le gusta?
-Sí, sí, preciosa, muy bonita. ¿A ver? ... Una tortuga, dos tortugas, tortuga torcuata ... ¡tortugas y más tortugas!... Tortuga con letras pintadas en el caparazón

Margarita la tortuga llora. Le ha entrado un frío espantoso.

-¿Cuándo llegamos? Pregunta la tortuga Margarita.
-No se preocupe, ya falta poco. ¿Vé aquellos iglúes? ¿Vé a los esquimales? Justo después están los arrecifes.
-¡Ay madre mía! ¿Y qué beben esos lapones?
-Esquimales, Sra. Tortuga. Por cierto, ¿qué hace por aquí una tortuga? ¿Es que se ha perdido?

Margarita no responde.

-Margarita, digo... Sra. Tortuga, le gusta mi mochila ¿verdad?
-Sí, claro.
-Es suya, se la regalo.

Margarita sonríe agradecida a Heráclito el pingüino.

-Está bien así, ¿verdad?
-Sí, perfecto, está perfecto.

Bueno, ¿y de qué quería usted hablarme?

-Vea, Sr. Pingüino, ¿puedo llamarle Heráclito? Llegué aquí siguiendo un sueño. En él, una marmota decía algo extraño: "lo que queda es lo demás", y "las marmotas van a despertarse". Entonces, a la mañana siguiente, al despertar no podía quitármelo de la cabeza, ¿por qué? Me preguntaba, ¿qué querrá decir? Pensé que quizás, si conseguía seguir su recuerdo, encontraría un lugar intacto, donde no existiera ninguna huella. Así fue como se me ocurrió lo de Groenlandia, por la nieve, ¿entiende usted?
-Sí, ya veo.
-Pero he llegado hasta aquí y me encuentro con Heráclito, es decir, usted el sr. pingüino, que va pisando con sus patas palmípedas la nieve blanca... y después, los esquimales. La verdad, sólo me queda esperar.
-No la entiendo a usted, Margarita. ¿Esperar a qué?
-A que pase el invierno, supongo, a que el sol descongele las huellas de sus pisadas.
-Discúlpeme otra vez, pero ¿qué ganaría usted con eso?
-No lo se... Recuperaría mi sombra tal vez. Además, el invierno es muy duro aquí, hace días que no veo bien con el ojo izquierdo, creo que mirar la nieve ha empezado a quemar mis pupilas.
-Eso se arregla fácilmente, en mi mochila hay unas gafas de sol. A mi no me hacen falta, las compré por fardar con las pingüinas ¿Por qué no las coge?
-¿Haría usted eso por mi?
-Sin duda, ¿por qué no se las prueba?

En las playas de Groenlandia
crece un tiempo espectral, sus colores
los del espectro lumínico,
bañan los corales de cristal.

Rojos verdes amarillos
blancos pardos naranjas violetas
azules malvas y granates, rosados
con pintitas negras, moteados...

Eran de tiza
las letras pintadas
en el caparazón de Margarita,
la tortuga que llegó hasta Groenlandia
para bañarse dos veces en el mismo río
y no lo consiguió.

Ella dice: hoy regreso,
he recuperado el peso
de mi sombra.

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