sábado, 26 de septiembre de 2009

LA MONTAÑA MÁGICA



Eran tres hombres. Miré el reloj cuando se abrió la puerta: eran las seis. La niebla cubría el exterior del edificio y no pude ver sus caras hasta que estuvieron dentro. Cruzaron entre ellos unas palabras, hicieron un montón con la leña y encendieron el fuego.

Poco antes de que llegaran pensaba que sería la única en el refugio aquella noche... Uno de ellos abrió su macuto y sacó una botella de alcohol. Vació parte del contenido en un recipiente, añadió un poco de canela y lo puso a calentar en la chimenea. Luego se hizo el silencio, escuchaba el crepitar de la madera y el zumbido del viento que agitaba las contraventanas.

Desde que llegaran los tres, empecé a sentirme más tranquila, la inesperada certeza de su compañía pasó rozando el límite de mi pensamiento que se fue volviendo más y más suave hasta que comencé a percibir una cálida sensación de soledad compartida que lo envolvía todo. Por un momento, reparé en lo fugaz que es la vida: no añoraba nada más.

Quise añadir unas palabras pero solo salió un "buenas noches" tímido. Hacía tanto que no compartía nada con desconocidos que sería suficiente por esta vez. Y así, sentada junto a ellos un poco antes de irme a dormir, me sentí feliz, en el refugio de la montaña. Fuera empezaba a nevar.

No hay comentarios: