miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA LUNA DEVUELVE TU CALOR



Cada noche abríamos de par en par las puertas del balcón. Nos sentábamos allí como dos gatos callejeros a mirar la luna bajo las estrellas y nos entreteníamos contando todos sus lunares, buscando los cráteres que surcan su pálido rostro llenos de oscura profundidad. Dibujábamos sobrenaturales rasgos suyos sobre el papel de la pared.
 
De vez en cuando, nos dábamos la vuelta para recordar la habitación que se había vuelto magia blanquecina, somnolienta vanidad. Porque los objetos descansan cuando duermen y vibran tocados por la luz lunar. El sol ronroneaba dormido y sólo quedaba aquel reflejo de su resplandor. 

Unicamente unas palabras tuyas me sacaron de aquella ensoñación. Prefiero la luna- dijiste, ahora te recuerdo, siempre has estado a mi lado, junto a estos rayos de luna azul.

Sí, llegamos a la luna. Cada gesto escondido tras un velo de nube se cruzaba en su camino y eran pequeños lunares en nuestra sopa de lluvia. Todas esas resbaladizas motitas de pasta cayendo entre el caldo en nuestro plato ... ¿Las contaste? 

Por un instante creí que no, que contar había dejado de ser eso. Creí que lo de menos había sido querernos, que no haber conseguido continuar había sido lo de más. Prometo no volver a hacer más preguntas, prometo no volverte a preguntar: ¿Es eso la luna?

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