Azul no es un color, azul es un Apellido. Tiene formas inexplicables y adopta todo tipo de sonidos. ¿Triste? Triste es el Azul, dicen ... ¿Y el rojo? ¿Es que no es más triste el rojo? Saber que te vas porque no quieres llegar es todo rojo. Y es más triste que intentar llamar a la puerta de tu casa bajo un chaparrón, saber que no quieres abrir. Eso sí que es triste, y pena.
Solo hay algo que me gusta más que el Azul. Estocolmo. Y su metro escondido en las profundidades de un día muy Azul.
Claro, que también está el naranja el amarillo el verde el blanco el violeta el marrón el negro ... El naranja el amarillo el verde el blanco.
Y el Azul.
jueves, 26 de noviembre de 2009
sábado, 21 de noviembre de 2009
ES TIEMPO DE VIAJAR... A OTRO LUGAR
Te levantaste temprano, era sábado pero tenías que ir a trabajar. Así eran aquí los sábados, y los domingos; los habías tenido todos libres en otro sitio pero dejaron de tener sentido y dispusiste todos los preparativos para viajar.
Muchas veces ni siquiera me daba cuenta de que te habías ido hasta que por fin me despertaba y veía que tu cama estaba vacía. Puede parecer poco conocer a una o dos personas cuando viajas pero a veces es más que suficiente, o así debería de ser. Quizás el motivo de tu partida había sido muy triste, pero no huías, eso me gustaba de ti. Caminábamos juntas hasta el museo o hasta el cine y siempre lo pasamos bien llevando esa vida tranquila.
Pronto, demasiado pronto, empecé a sentir la falta de sentido en todo lo que me rodeaba y sobre todo, dentro de mi. Sabía que estaba huyendo y que de esa forma no podía terminar bien. El dolor que me producía vivir en mi ciudad me había empujado a marcharme también, porque allí no encontraba la salida. A veces, los cambios son tan necesarios como difíciles de entender.
Muchas veces ni siquiera me daba cuenta de que te habías ido hasta que por fin me despertaba y veía que tu cama estaba vacía. Puede parecer poco conocer a una o dos personas cuando viajas pero a veces es más que suficiente, o así debería de ser. Quizás el motivo de tu partida había sido muy triste, pero no huías, eso me gustaba de ti. Caminábamos juntas hasta el museo o hasta el cine y siempre lo pasamos bien llevando esa vida tranquila.
Pronto, demasiado pronto, empecé a sentir la falta de sentido en todo lo que me rodeaba y sobre todo, dentro de mi. Sabía que estaba huyendo y que de esa forma no podía terminar bien. El dolor que me producía vivir en mi ciudad me había empujado a marcharme también, porque allí no encontraba la salida. A veces, los cambios son tan necesarios como difíciles de entender.
Hasta ahora, todo en aquella otra ciudad a la que había llegado, simplemente podía seguir sucediendo hasta el infinito dejando pasar el tiempo, pero volvía a no saber porqué había venido. Un error, un retraso en el pago, precipitó las cosas y tuve que dejar la Casa de las Chimeneas Rojas y trasladarme. No se porqué también dejé el trabajo. Creo que no me sentía del todo mal con aquello, pero no supe conservar lo que le podía haber dado el pequeño pero justo aliento.
Así fue como me fui. Seguí haciéndote visitas de vez en cuando y ahora compartías piso con una chica rusa que, a parte de ser rusa, te caía bastante mal. Estoy segura de que seguías sin hacer ruido al despertarte. Ella, sin embargo, cerraba los cajones con toda su fuerza que debía de ser la suficiente para despertarte y ponerte de mal humor ... Así que terminaste viendo en aquella chica la actitud irrespetuosa de unos invasores bárbaros, tú también eras un poco complicada, me parece, y eras todo lo amable que podías ser con ella, es decir, nada. Ahora no lo veo mal del todo, hacías bien, te caía mal y no perdías el tiempo en disimularlo, tú lo hacías bien.
Llegaron las navidades y con ellas la Noche Vieja. Tuve que ir a buscarte porque pensabas quedarte en casa y cenar a solas. Cogí la bicicleta que me había regalado el anterior compañero de la casa en la que ahora vivía y te fui a buscar. No querías venir sola y yo quería pasar contigo la noche vieja. Esperé a que te prepararas y ya allí, en mi nueva casa, nos juntamos un montón de gente, pero yo me sentía incomprendida entre tanto barullo. Algunas de aquellas personas eran intrusivas y condescendientes al mismo tiempo y eso nunca lo he soportado. Pensaba: al final una gilipollez lo va a terminar estropeando todo. Allí estuvimos, también con Leo. No se si te acordarás, pero a mi también me caía muy bien ¿Por qué me caerían mal todos los demás? Tampoco es muy normal.
Había una chica, que como yo, había llegado más tarde al piso en el que todos los demás eran del mismo país natal. Hizo verdaderos esfuerzos por conocerme, pero cuanto más esfuerzo hacía, más me costaba a mi que nos lleváramos bien (aunque un poco sí lo hacíamos) y me preguntaba: ¿por qué forzaremos a veces tanto la situación? Así de amargada estaba ...
En esa casa convivíamos ocho personas (y no me olvido de ninguno de nosotros) que estaban lejos de sus respectivas casas y era bastante complicado. El primer día que me instalé allí y les fui conociendo, algunos me contaron que tenían problemas con la mantequilla, con el frigorífico ... Bufff, mal principio para mi que sólo quería que me dejaran en paz.
En esa época conociste a un chico que te gustaba mucho y empezamos a distanciarnos, aunque yo no sabía que estabas con él. Os vi un día por casualidad y reaccionaste de una forma que a mi me pareció un poco extraña, a penas me lo presentaste. Después, justo el día antes de irte me contaste algunas cosas que lo pudieron explicar. Lo sentí por vosotros, pero así eran las cosas, me explicaste, te daba rabia pero lo comprendías, no podías cambiar esa realidad.
Ahora llega la peor parte, el principio de un final y el comienzo de mi verdadero odio hacia mi misma y el resto de la "humanidad". Un día, volvía a nuestra casa, te ibas, no tenías más remedio, tu visado se extinguía (maldito visado). Me llamaste unas cuantas veces pero yo estaba tan triste que a penas tenía ganas de quedar ya.
Quedamos en el cine de antaño, al que a las dos nos encantaba ir. Vimos una película muy triste sobre Sylvia Plat y su vida; cuando salimos te conté lo que me estaba pasando, me miraste asustada, dijiste: ¿qué te están haciendo en esa casa, Tereshkova? De vuelta, te conté que me había cogido un libro de Ivan Klimma, uno de tus escritores preferidos junto a Kundera, que también era el mío. Decidí que me iría de esa casa en la que ahora intentaba sobrevivir. Había dejado de fumar hachís.
Estando en nuestra habitación-salón-comedor, llamaron al telefonillo -es sorprendente la capacidad tan inoportuna con la que pueden, a veces, llegar a sucederse los acontecimientos cotidianos-. Era la "dueña" del piso, me dio un vuelco el corazón: la misma que me había echado de allí meses antes. No estaba capacitada para soportar tantos reveses -qué la den, realmente era bastante despiadada, el piso ni siquiera era suyo, se lo cedía el gobierno ... GRrug-. Esa horrible chica-cruel se sentó a nuestro lado y estuvo hablando un buen rato contigo, todo el que quiso y un poquito más; claro, es que dejabas el piso y ella era cordial. Dijiste que no me pusiera así, que Ling no era tan mala, que ni mucho menos lo hacía intencionadamente. Puse cara de cordero degollado -que desaparezca de aquí, por favor, de la casa que nos alquiló y de la que me echó y en la que ahora se sienta como si nada-. Sí, finalmente se fue, pero tuvimos que hacernos una foto con ella en la entrada, eso sí que no se lo perdono.
Me diste un regalo de despedida. Me encantó, tenías esos detalles. Decidimos que dejaríamos allí colgados los dibujos que yo había hecho, en las mismas paredes que habían cobijado a otras personas y que lo seguirían haciendo de ahora en adelante. Insistí en que te llevaras uno por lo menos, el de esa viejecita que decías que te gustaba tanto y que había pintado con colores pastel.
A la mañana siguiente te acompañé a la parada de autobuses, te ayudé a llevar todas tus cosas. El autobús no tardó mucho en llegar. Cuando estuviste ya sentada dentro, dibujaste con el índice una lágrima imaginaria que bajaba por tu mejilla, yo también lloro- querías decir. Sabía que a partir de ese momento estaba completamente sola en aquella ciudad de un país lejano que me parecía de enormes dimensiones para mi, todo él rodeado por frías agua submarinas.
Cumplí mi triste promesa, me trasladé a una habitación en las afueras. Mis compañeros de piso no entendieron porqué me iba de ese modo, dos de las chicas con las que había vivido se quedaron preocupadas. Ahora me arrepiento de haberme ido de allí así, pero en aquel momento, no vi otra salida, de nuevo. Huir.
Nunca me gustaron las despedidas, ahora me doy cuenta. Hasta ese momento, poco antes, cuando me despedí de mi amiga, había estado intentando a toda costa evitar todo tipo de despedidas, qué malo eso de evitar lo inevitable ...
Tampoco me despedí de los demás compañeros de piso. Y allí, en una habitación alquilada en el culo del mundo y de la ciudad, busqué un trabajo otra vez; trabajo que dejé poco antes de descender del todo hasta el penúltimo (peor que último) infierno: una playa en la que jamás había estado antes y que estaba a dos pasos de mi actual casa. Me recogió un coche de policía que me llevó a comisaría, detenida. Pronto me vino a buscar la compañera de piso que tanto se había esforzado en que nos lleváramos bien, prácticamente no recuerdo cómo volví a aquella casa en la que había empezado todo aquello.
A la mañana siguiente, me acompañaron a un hospital que no había visto en toda mi vida y del que me trasladaron (en ambulancia) a otro más adecuado hasta que me vinieron a recoger. Ya de regreso, pasé casi un mes en una clínica, y desperté allí mismo en un infierno diferente, más vacío si cabe, un poco menos duro quizás, completamente desahuciada del mundo que había conocido tiempo atrás aunque estuviera en el mismo sitio.
Pienso, al terminar este relato, en vosotros, lectores, pero también en mi. Desde luego, no puedo decir que historia alguna merezca tal final, solo puedo añadir que tengo la frágil esperanza de que todo aquel daño no era mío, que no lo supe ver y por eso caí en ese abismo. Hoy, al escribirlo, he vuelto a maldecir tan triste final pero lo he dejado atrás, justo a un lado, más allá de la línea en la que el cielo se junta con el suelo, que rima, donde siempre, de ahora en adelante, me pueda volver a encontrar.
viernes, 20 de noviembre de 2009
SIBERIA ERES TÚ
Gato ha estado jugando en el estudio y ha esparcido la arena roja que trajimos del desierto en una botellita de plástico de agua mineral, ¿lo recuerdas? Las finísimas huellas de las finísimas uñas que la recorrieron un momento antes, han creado sobre la arena un paisaje de aleatoria belleza, y yo, al mirarlo, recuerdo Wadi Rum, aquella noche que pasamos allí y tú pensando en Siberia -destierro metafísico al que podríamos haber sido forzados en un principio incluso antes de llegar-.
Dijiste:
Wadi-Rum y nosotros aquí parecemos Siberia. Estamos bien después de todo, ¿verdad? Yo ya me he acostumbrado, le estoy cogiendo aprecio a todo esto.
Yo no tuve tiempo de acostumbrarme. Los grilletes de las cadenas que salían de cada duna que pisabas para aferrarse a ti, cada vez se parecían menos a lo que yo sabía de Siberia, esa patria que no perdías oportunidad en volverme a describir y que, según tú, había sido forjada con la escarcha de las heladas en otros amaneceres más fríos. En tus ojos, la vida volvía a cubrirse de un manto rojo y todo volvía para permanecer sólo en el gris de tu mirada.
El Gato jugaba y tú dormías. Nada resultó parecerse a Siberia.
Fui hasta el armario, busqué entre las cajitas que guardaba llenas de pequeños recuerdos, reconfortantes aunque inservibles. Después de mucho mirar, encontré una moneda italiana con el dibujo de L.d.V. circunscrito en ella. Sentí que el tiempo se me venía encima y todo el cuarto se llenó de un dulce aroma amargo que no podría decir con qué se correspondía en la realidad. Pero desde hace un tiempo, siempre que pienso en Italia y pienso en Venecia, todo lo que significaron esos días se tiñe del mismo aroma.
El eco de una carcajada tuya en mi interior interrumpe los recuerdos y así, envuelta en su propio sonido, no consigue volver a abrir nada. En ese mismo instante, la que sí se abre es la puerta y tú entras, trayendo contigo el olor de la calle, me acerco a ti. Te voy desabrochando uno a uno los botones de tu grueso abrigo de pana y es imposible que sepas lo que estoy pensando.
Más allá de la búsqueda de cualquier argumento racional, un velo invisible se cierne sobre la sombra de tus pasos y yo sí que se lo que estoy pensando. Caminas por el pasillo hacia la habitación y te sientas en la cama para quitarte los zapatos, igual de esclavo que cualquier otro esclavo de sus zapatos desabrochas los cordones. Primero uno, luego el otro. Puede que después de todo no fallaras tanto el nombre.
Se nos ha hecho un poco tarde para salir, levantas la cabeza y me miras. Todos tus secretos recovecos dejan que me vaya mientras te vacías los bolsillos y dejas todo lo que llevabas dentro sobre la mesa. Entonces, te das cuenta de que Gato ha esparcido la arena de Wadi-Rum.
- Gato ha estado jugando con la arena del desierto -, comentas.
No te respondo porque estoy pensado en Siberia.
lunes, 16 de noviembre de 2009
TIERRA MÍTICA
"Entre las hojas veo un río" (Mir, Okina 2009)
No podréis escapar, somos menos pero vamos armados hasta los dientes por todo aquello que nos esconde y nos nombra, aquello que vosotros no podéis tener en vuestro saber.
Nuestras lanzas, vuestros escudos; vuestros escudos forjaron las herraduras de nuestros caballos.
Llevamos mucho tiempo esperando este momento, tanto como hacéis llamar Eternidad.
Estuvimos junto a los faraones del Antiguo Egipto, junto a Caín y Abel; la Antigua Grecia abrió las puertas de su Oráculo y nos instalamos allí por algún tiempo para ser aquello que no podíais nombrar y aquello que no sabíais todavía ser.
Vuestros párpados comenzaron a cerrarse entonces hasta formar parte de vuestro inefable sueño.
Fue el principio de un largo Olvido el olvido del nombre con el que os llamaban: "hombres", un penúltimo suspiro y de la mano de éste, llegó el olvido del nombre de vuestras mujeres y del nombre de vuestros hijos. Después dejaron de tener nombre los ríos y los bosques; el agua de vuestros océanos se hizo mar de nuestros mares, afluente de nuestros ríos. Pueblos y ciudades enteras terminaron por extinguirse en la noche de nuestro tiempo que fue luna de otra, vuestra, oscuridad.
Creísteis que os habíais vuelto ciegos.
En el hondo fondo de vuestro pensamiento, comenzasteis a hablar con vosotros mismos hasta hallar: algo hecho para ser nombrado con los ojos de vuestro corazón.
Así fue como aprendisteis a recitar el nombre de nuestros hijos, pero no pudo ser ... Habiendo como habíais olvidado tantos otros que fueron vuestros nombres en otro tiempo.
La Luna, que aún velaba por vosotros, empezaba a inquietarse, y una lágrima bajó del cielo de su rostro para ser luz de vuestros ojos cerrados en vuestro pequeño eterno sueño.
El pelo se os hizo maraña y de la maraña voló un Dulce Pájaro; recobrasteis la voz, dijisteis: Ave Fénix; y con breve aliento dotasteis de viento sus alas, dibujasteis con trazos cortos las plumas de sus alas de un azul tan intenso.
El bello pájaro emitió un graznido y voló, voló tan lejos y tan alto que alcanzó las estrellas y llegó hasta constelaciones que aún no habían sido encontradas siguiendo el curso de la Vía Láctea.
Cansado de volar, regresó a la Tierra, y supo que era suya y supo que él también le pertenecía a ella.
Esos ojos con los que había visto las estrellas en lo alto, reconocieron la voz que diera el primer aliento a sus alas y acercándose hasta el lugar de donde provenía con firmes y elásticas patas, le mostró al hombre la estela aérea de su camino.
El hombre supo que eran sus propias huellas inefables, las huellas inefables de su propio olvido.
sábado, 14 de noviembre de 2009
AGUA EN LA LUNA, EL DETERMINANTE INDEFINIDO
Puedo hablar de ella porque siempre que yo la he visto era así de pequeña, aunque eso no quiere decir que no sea grande. No puedo asegurar lo mismo de su olor, ni de su tacto, ni de su voz, ni de su sabor ... ¿Por qué? ¿Es que no huele a nada? ¿Es muda e insípida? ¿O soy yo la sorda manca sin lengua? Si tú has estado con ella podrás decirme qué es lo que pasa; pues cuando yo solía estar en su compañía en este sitio era suave como las alas de la mariposa, y me supo dulce y hablaba de mar en calma, de hojas quietas y visión extasiada. Sin embargo, un año después en aquel mismo sitio que es éste, el balcón de mi casa, se ha secado y es inolora como el agua del grifo y no como la estancada que aunque huele peor, por lo menos huele a algo, y tampoco sé a qué sabe porque no me apetece probarla, y no sé cómo se siente su superficie porque no llego a tocarla. Pero si que oigo las voces, no sé si es ella que a lo lejos me llama o si es mi cabeza que me engaña por los ojos que me dicen que ahora me molesta -¡quítate de ahí!- porque en ninguna oscuridad infinita de mí se aparta, y hoy ya no es misteriosa sino otra rutina más del paisaje que parece un sembrado artificial de semillas de ladrillo y alquitrán.
Así que muevo mi mano y ya no la veo, la he tapado con un solo dedo; entonces, ya tengo argumento para quien me diga que esto es un cuento, que en realidad tiene una superficie de Phi millones de metros al cuadrado, y un volumen de Phi millones de balones, porque por más que me gire, camine o me tumbe de lado, boca arriba o boca abajo, o haga el pino o más bien el tonto, siempre sigue igual de plana. Y yo lo que quiero saber es qué habrá detrás de ella que tan bien siempre guarda: ¿Es el relleno de un agujero que conduce a la nada? ¿O la nada es donde estamos nosotros ahora y lo que da sentido a toda nuestra búsqueda está detrás de su camino luminoso? ¿O simplemente es un trozo de papel del color de la pared de mi habitación que alguien pegó ahí para divertirse con nuestras supuestas suposiciones?
Sea lo que sea y lo llamen como lo llamen, de ahí no se moverá nunca esa imagen etérea, y creo que siempre nos separará la misma distancia por más que me quede aquí o me vaya a Parla y por más que me empeñe en tocarla con un dedo o, sintiendo su lejanía, en observarla. Y como yo no he nacido para ser astronauta, ¿para qué quiero pisarla? ¿para conquistar lo inconquistable? No me quiero indigestar de vacío, eso no explicaría nada de lo que siento cuando la miro, ni por qué los lobos la aúllan y los locos se vuelven más locos cuando se muestra completa, y tampoco nos revelaría el porqué de su existencia. Entonces, ¿para que olvidar su magia?
*Quiero volver ... Lo escribí en el 98 ... Todo me parecía ajeno y me lo vuelve a parecer, me he acercado un poco más a casi todo lo que ha llamado mi atención, pero no he conseguido saber mucho más. Solo dolerme y doler contra las paredes y, quizás, agradecer al Inventor de Soledades que me volviera a hacer una visita ayer para recorrer juntos otra vez todos esos Mares.
¿Qué más da?- dirá él. Mañana se nos olvida.
Puede que sí, pero mira, no es malo que cada uno se entere de lo que puede ...
Un saludo!
martes, 10 de noviembre de 2009
Mapa De Los Sueños III
Son los aviones y sus estelas
lo que vuelvo a ver
cuando levanto la vista hacia el cielo.
Si más allá, solo se puede decir...
Si más allá, solo el delirio ...
En la brújula se encuentran señalados
LOS PUNTOS CARDINALES.
Si no se ha desimantado
también sus agujas señalan el Norte.
ANTICUARIO ANTI-ACUARIO
Dijiste:
cada centímetro de duda
hoy voy a desinfectar.
CHITTY-CHITTY
BANG-BANG
Estabamos hablando del viaje a Las Maldivas cuando un soplo de aire fresco entró en la habitación yendo a chocar contra el jarrón de porcelana que está en la entrada y ahora está en el suelo hecho pedazos.
Por un momento la conversación quedó suspendida y tu pensamiento se resolvió más allá de las virutas esparcidas por el suelo. Me vino a la cabeza una película muy mala, algunas brevedades como el escote de un vestido y unas uñas de porcelana.
El jarrón sigue en el suelo donde se ha caido y sus trozos, por descuido, vienen a reconducir el hilo de la conversación.
COINCIDENCIAS IMPOSIBLES
BANG-BANG
Estabamos hablando del viaje a Las Maldivas cuando un soplo de aire fresco entró en la habitación yendo a chocar contra el jarrón de porcelana que está en la entrada y ahora está en el suelo hecho pedazos.
Por un momento la conversación quedó suspendida y tu pensamiento se resolvió más allá de las virutas esparcidas por el suelo. Me vino a la cabeza una película muy mala, algunas brevedades como el escote de un vestido y unas uñas de porcelana.
El jarrón sigue en el suelo donde se ha caido y sus trozos, por descuido, vienen a reconducir el hilo de la conversación.
COINCIDENCIAS IMPOSIBLES
1. Reminiscencia:
Puede que no sea una coincidencia que nos hayamos encontrado, ni tampoco que estemos hablando y que aquello de lo que no me hablas lo sea menos. Que las metáforas vienen a expresar.
Yo no se japonés ni tampoco se entender. Se me habrá olvidado a qué venía cuando dejé pasar un autobus (hoy, el segundo).
Alguien ha escrito algo. Alguien habla de algo. Que yo no se leer.
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