Comenzó hace un año y once meses. Nos conocimos en un curso para opositores de biblioteconomía. Él lo dejó a los dos meses, yo lo hice a los tres. No nos fue mal del todo, terminamos cogiendo algunos bártulos que recolocamos en una casita de la Sierra donde el frío era lo de menos y las montañas y el cielo lo de más.
Yo escribía algo parecido a unos artículos y él terminó las clases que daba en un Taller de Empleo. Éramos una (casi) familia feliz. A veces discutía con él porque no limpiaba nada y otras él escuchaba mis interminables historias sobre ratoncillos de campo y gatos mentecatos.
Una noche T. soñó con un ratón muy gracioso y pequeño de color grisáceo. Ese mismo anochecer yo soñaba con una rata asquerosa que estaba debajo de los muebles de la cocina. Nala dormía y Gudulina jugaba.
Al día siguiente eché a correr. T. logró alcanzarme con su bicicleta de segunda mano a la entrada del pueblo.
Volvimos a la misma casa al mismo viejo y sucio barrio y nos pusimos en serio a odiar. ¡cruch crack! ¡plam! Se rompió algún que otro plato en esta parte, la más triste, de la que todo el mundo sabe y nadie quiere hablar. Yo tampoco. Sólo diré que hice trocitos un billete de Diez y esparcí frente a él los pedazos rasgados.
Pasado el tiempo quedamos en un sitio conocido, pero volvió a ponerse antipático y decidida a devolverle con la misma moneda otra vez, lo conseguí ésta.
Ahora ya no discutimos, eso también lo he conseguido. Me levanto cada día más triste y sola pero no necesito buscarme el rostro frente al espejo para intentar recordar.
2 comentarios:
¿logró alcanzarte?¿no te subiste a otra bici? quizá te perdiste entre tanto luto errático y acentos extranjeros que te hacían recordar no sé qué ... lo que sí cuentan las crónicas es que hay alguien subido a un triciclo paseando por los tejados y charlando con los gatos, sin un espejo amable que le devuelva la imagen con las grietas alicatadas ... ay, la historia! que cuentos nos cuenta, que se enroscan y se muerden la cola, como dijo León Felipe...
no, Hanna ... no te vayas. Nos vamos a Tejas, a vivir en la verdad -dijo el hombre de Kentucky- Pero quizá era ya tarde,Hanna ya no podía seguir luchando con fieros indios, anhelaba las playas naranjas del Himalaya, apenas vislumbradas en abriles y mayos bulliciosos ...
(to be continued)
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