jueves, 18 de diciembre de 2008

LATAS DE ATÚN



Había pasado demasiado tiempo desde la última vez. Cuando Úrsula se marchó de casa sin despedirse, creyó que el mundo se acabaría y él, a su vez, terminaría por disolverse en el firmamento. Tres años de soledad tenían la culpa. A todos nos ha pasado. Dejas de tener un rostro en el que mirar y terminas encontrándote contigo mismo. Entre tanto, matas el tiempo pensando que si el tiempo que si la vida que si hoy está nublado o por qué no una despedida. A Esteban, en concreto, lo que le pasaba era que Lorena era demasiado rara, había dejado de ser una persona para convertirse en gata. Ah, no no, él no pensaba ir en su busca por los tejados. ¡Pues andaba lista si creía que así lo haría!

Cierto era también que, hacía más bien poco, se había imaginado a sí mismo conversando con los felinos -Rallitas, le dijo a uno que caminaba por el canalón, ¿has visto a una gatita negra por los alrededores?-. Decididamente, tenía que dejar de hacerlo o acabaría igual charlando con los macarrones del plato.
Una vida tranquila y sin complicaciones le pareció mejor en ese momento. De todos modos, lo que tuviera que ser sería y dos más dos son cuatro, ya volverá algún día. Una tarde de Abril, cuando las hojas de los árboles se encogen y los pájaros vuelan del nido hacia otras regiones, recordó una antigua canción de cuna que le cantaba su abuela:

Luna- lunera- cascabelera, ¿por qué debajo de mi cama ya no hay hoguera?
Buena pregunta, dijo el Rostro Pálido. No lo sé. Pero, ¿te has dado cuenta de que has encendido la televisión y tienes la radio puesta?

1 comentario:

The Quiet Man dijo...

¿por qué no apagas la tele? ¿nos vamos a pasear por los tejados? ... quizá dos más dos ya no sean cuatro, nunca más -dijo Rostro Pálido-